
miércoles, enero 16, 2008
La capitana

domingo, diciembre 23, 2007
K.

y la persigues ciegamente, ella se convertirá
en falsedad, y tú, en un fanático"
Lapidarium II
Ryszard Kapuscinski
Revisen la página: http://www.elboomeran.com/minisites/kapuscinski/index.html
El Regreso
La verdad es que he perdido un poco la práctica de la escritura y me cuesta escribir con sentido en mi blog. Una de las razones por las cuales estoy así, un poco ida o desentendida es mi repentino regreso al Perú, un regreso que no es definitivo pero que implica toda aquella ilusión de volver a ver los paisajes de la niñez y oler ciertos aromas que aquí evidentemente no son frecuentes.
Desde que llegué a vivir al norte, aqu+i en esta ciudad de canales y callejas de ladrillos rosados, coleccioné la mejor de la música regional, entre andina, criolla, rock y chicha (o no chicha). Uno de los temas que más me gustó y que ahora me llevan a pensar en ese regreso a mi vieja tierra, es esta tema que estoy posteando para ustedes. La canción original es un yaraví (palabra proveniente del quechua QARAWI) pero aquí mis amigos del colegio que ahora tienen una banda de música llamada Dr. Beat la han adaptado a un ritmo con mucho más carácter que el original. Por supuesto, el original de Los Dávalos siempre será el original (bastante tristón, la verdad), pero esta adaptación es para todos aquellos que disfrutamos del rock arequipeño.
Este tema toca "el regreso" de todo aquel hijo de la tierra que se fue en busca de otros horizontes. Pienso que todo arequipeño fuera de Arequipa entenderá la naturaleza de la letra de la canción mucho más que aquellos que nunca se fueron. Yo ya estoy preparada para escucharla a mi regreso y vivir (revivivendo) todas aquellas experiencias de mi pasado. Hay quienes dicen que uno nunca se apartará de lo que ama y entiende. Esto lo puedo entender, por eso es inquebrantable.
jueves, diciembre 20, 2007
Leiden bajo cero

Leiden no es una ciudad grande. Es antigua. Tiene 300 mil habitantes, un centro históricos y varias 'urbanizaciones'. Me recuerda a Pamplona por su antiguedad de la época feudal. Mi primer año aquí un amigo me explicó que Leiden fue la segunda ciudad más importante de Holanda en el siglo de Oro holandés, es decir en la época en que los españoles invadieron Holanda, con ese afán expansionista que tuvieron desde que conquistaron América. La historia Holandesa también está poblada de españoles y uno de los últimos lugares en donde dieron la última batalla fue en Leiden (mismo Ayacucho). Al ganarla y expulsar a los españoles de tierras holandesas, Guillermo de Oranje regaló una universidad a los Leidsenaren como fruto a su esfuerzo, la famosa Universidad de Leiden.
Leiden es una ciudad de monumentos históricos. Aquí nació Rembrandt y también Vermeer, pintores famosos, y tiene muchas iglesias hermosas, que generalmente están vacías porque son protestantes, ellos no creen en las ostentaciones. Yo vivo en una callejuela que está blanca ahora por la nieve, cerca a un antiguo hospital que hoy es una casa de estudiantes (qué tal cambio) y una iglesia y una canal, parte del río Rin. Mi calle se llama el callejón verde. ¿por qué? No lo sé.


Este es el invierno más fuerte que he vivido hasta ahora aquí en Holanda. Nunca antes nevó en esta época del año. La radio dice: "Después de veinte años que tenemos nieve en Navidad". Sí claro, pues aquí casi nunca nieva, siempre está mojado, es decir, llueve llueve y llueve... como es un país bajo, rara vez los copos de nieve llegan intactos al suelo y claro producen charcos de agua. Aquí con este espectáculo blanco puedo pensar en quedarme en casa invernando y meter los pies dentro de mi almohada. Hace mucho frío, mi termómetro marca -4. En cualquier momento voy apagar la luz para despertar mañana a las nueve de la mañana, misma osa polar dentro de su guarida, acomodándose en la mejor posición para poder descansar sin sentir el frío de la ciudad.
viernes, diciembre 07, 2007
Buenas noches ! (o días!)
Después como pueden ver he puesto nueva portada, la Estacion de Trenes de Ollantaytambo, Cusco, y fotografías que competen mi situación presente.
Espero que disfruten de estos dos pequeños textos. Hasta la vista.
Pukina


(En Pukina)
Ratón de biblioteca

Yo me dije: "No puede ser".
Ese mismo día mientras cocinaba pensé en el comentario de la chica alemana: Ratón. ¿De qué color? ¿gris o marrón? ¿Chiquito y peludo? corriendo por la casa.
Curioso: mi habitación está al lado de la cocina. una puerta amarilla me separa de ella y del ratón, que vive en un pasillo al otro lado de la cocina. Que ni se le ocurra venir aquí al mamífero ése porque soy capaz de... capaz de ahuyentarlo de un manotazo.
Me fui a echar en la banca azul de mi habitación, vaya profesión la que tenemos algunos. Me puse a leer un libro y ya a punto de quedarme dormida, la rica siesta de siempre, pues, vi una nariz asomarse a mi mirada, una sombra gris en mi habitación. ¡El roedor había cruzado mi puerta!, caminado hasta la mitad del cuarto (un poco menos) -con nariz, con cuerpo con todo- asomandose a husmear mis pertenencias. Parecía entrar a su propia vivienda.
Primera vez que veo un ratón asomarse a mi cuarto. Parece acabadito de llegar del trabajo. Nunca me había dado cuenta en los cuatro años que vivo aquí, que los ratones pueden entrar así de fácil a mi vivienda.
Resolví gritarle como si fuese mi propia mascota: "¡Fuera de acá!".
....... ..... .... ..... ... ... ... ... .. .. .. . . . . disparado el ratón de regreso por el mismo camino, por la puerta amarilla que divide mi cuarto de la cocina y el hoyo del corredor... .......... hoyo en donde se mete como puede, disparado y sin que lo vean.
(silencio)
Salgo de mi habitación en busca del descraciao.... me pongo a husmear por los rincones de la casa, pero nada. Decido regresar a mi habitación a velar por su re-aparición en la alfombra de mi habitación...... Ja, me pregunto: ¿Dónde estás ratoncillo? ¿dónde juguetón?
Tapo la conexión de mi cuarto con la cocina con algunas toallas y bolsas de plástico del mercado, pongo mi cámara filmadora, fotos, celular..... por ninguna parte.... reviso mis muebles, mi ropa, mis zapatos.... Nada..... por ninguna parte.... En el hoyo de la pared. No está. Tampoco en alguno de mis muebles. El desgraciado se metió por otra parte. Sin duda el susto del ratón.
Después de dormir una noche en vela (sí pues dormí una noche en vela), salí en busca de veneno para roedor, qué fuerte suena eso; huchas rosadas de ratón que los SECAN infinitamente por dentro. Al regresar de la tienda echo la hucha en el hoyo del ratón, pero al desgraciado no se le ocurre comérsela, no hay manifestación externa del roedor. ¿Dónde ... está?
Ya se había convertido en protagnista del día en la casa. resolví contarle a una de las chicas y me dijo: "mientras no se metan a mi cuarto". Ay, claro, qué comodidad... a mí me joden, caray. Indiferencia total, o sea, mientras no entre a sus cuartos no les interesa , o sea, le permiten al ratón que se suba a sus platos, sartenes, platos con comida que dejan sin lavar, a veces días... sin problema (o roche alguno).
Sin queja alguna (pues ya me llegaban al copete) decido mover los muebles de mi habitación. El escritorio, el sofá, el armario. Saco la aspiradora y empiezo a aspirar en cada esquina, en busca de huellas de ratón, por alguna parte debía estar el individuo ése. Nada no hallo huellas, ningún rastro de ratón.
Ahhhh...... Miren detrás de mi biblioteca. Es imposible ver allí. No tengo idea si habita a seres vivientes. CreO que sólo libros, volúmenes, en desuso, cargados del polvo, arrumados en un estante empotrado en una esquina. signo de que me voy quedando por aquí.
Jalo el estante de libros. jalo con mis manos para ver qué tengo exactamente detrás del mueble. está bastante pesado, lo sé. Y ALLÍ LO VEO, señores y señoras. habíamos dormido dos noches juntos (con quinientas más) bajo el mismo techo, por poco la misma cama. él detrás de mi biblioteca y yo en mi camarote. amigos de toda la vida, caray, acompañados.
Es una casa de ratón. caquitas por allí, tierra blanca sobre la alfombra. pienso: y esta cal?? del muro, como si hubiese estado mascando, comiéndose la cal del muro. inteligente el ratón. había hecho un hoyo pequeño detrás de la biblioteca, y allí debajo del mueble, había una guarida perfecta en donde dormir y pasar las noches. una sorpresa evidentemente sorprendente porque claro yo vivo allí y me siento a leer siempre al lado de de la biblioteca, y nunca me había percatado del ratonzuelo. El ratón salió por supuesto, disparado, hacia algún lugar sin dirección, salio por la puerta amarilla... a la cocina... después al corredor y se metió a su hoyo echo un pichín, Ja, descubrí su escondite.
Mi casa es ahora un lugar protegido por rastros de comida. habíamos dormido bajo el mismo techo, y compartido una temporada juntos. pero te fuiste ratón, te fuiste. ahora no estás, ya no no.
lunes, noviembre 05, 2007
El reflejo
domingo, noviembre 04, 2007
miércoles, octubre 24, 2007
Bangkok "fashionable"



lunes, octubre 22, 2007
libres
jueves, octubre 11, 2007
miércoles, octubre 10, 2007
La antípoda
En esta fotografía Charlie y yo experimentamos el tema de los espejos. Los templos de Angkor son un sinnúmero de galerías de puertas que comunican con un eje central, llamado el lugar del Buda o el centro del universo, en lugar de puertas que parecen espejos y que atraen la luz al centro; producen un efecto visual del infinito.
Resulta difícil capturarlo con la cámara, eso intentamos Charlie y yo en esta fotografía, que nos contiene a ambos pero en diferentes dimensiones, ambos somos el mismo espejo ;) desde un lugar diferente.
Susana con su mototaxista favorito (jeje), Soti. Este muchacho nos acompañó los cinco días que estuvimos en Siem Reap, es testigo de nuestro recorrido por los numerosos hoteles pulgosos y no pulgosos de la zona. Charlie y yo en busca de Hotel. Estuvimos registrados en cinco hoteles, sólo pasamos cuatro noches, y tuvimos que acostumbrarnos a los zancudos del lugar.
El rey Jayavarman VII de Kmher mandó a esculpir 216 rostros de Avalokiteshvara que se parecen al rey, en uno de los templos más mágicos, Bayón. Estas cabezas imponen el poder de Jayavarman en su pueblo.
El budismo es la 'religión' que se practica en esta parte del mundo. La gente es mucho más pacífica, menos problemática que en occidente. Nuestra llegada a Cambodia fue de locos porque fue como volver al pasado. Aunque el budismo sea su forma de vida, nosotros vimos la marca de la guerra y la colonia en los rostros de la gente. Veinte dólares eran 56 mil 800 riels.... hiperinflación.
Charlie le está poniendo un incienso al Buda de Angkor Wat. El amarillo es el color de la iluminación y la sabiduría.
Mi perfil en la luz, en esa galería de espejos, en el universo de Angkor Wat, la maravilla.
Si alguien escuchó y vio la película Tomb Raider, les aviso que este árbol que ven aquí se llama Tomb Raider, no por una coincidencia, sino más bien por la película, escenificada aquí, en el templo de Ta Prohm. Los árboles se han apoderado del templo, han protegido la sabiduría, tiene una fuerza muy especial.
Los espejos, ¿se consiguen ver? Esas dos puertas parecen reflejarse la una en la otra, pero muestran una diferente realidad. Esta construcción tuvo mucho sentido, el sentido del Universo. ¿Dónde estamos ahora?
Angkor Wat al amanecer... los Kmher construyeron sus puertas hacia la Luz. Adoraron a Shiva y a Vishnu en un principio. Después se conviertieron a Buda.
miércoles, octubre 03, 2007
borrando fronteras
Sukhothai, una ciudad pequeña repleta de templos de adoración a Buda. Aquí en esta región se ven budas de diez metros o más en posición de la flor de loto. La antigua capital es impresionante, la huella de algo que fue y dejó un rastro importante en la historia, la búsqueda de la Iluminación.
Elefantes y flores de loto. Nos quedamos cuatro días en Sukhothai, mi primer destino tailandés. Allí experimenté mi primer contacto con el oriente y su cultura.
¡ Nenúfares blancos !
No me detengo en el viaje. Mi forma de autoconocimiento me transporta hacia otro punto del país y hacia otros países. Vine aquí de un sólo golpe. Transito a la provincia sin detenerme en Bangkok (después la conoceré)… parece que fuera mi propio destino que me lleva galopando.
viernes, septiembre 21, 2007
Diario bilbaíno
Estos son algunos párrafos de un viejo diario que acabo de desempolvar... me encantaría algún día publicarlo, ¿qué me dicen ustedes? Lo escribí en el 2000.
Si a Ribeyro le tocó una ventana que daba al patio de un edificio, pues a mí no me correspondió alguna. Mi habitación se viste de cuatro paredes rosadas, parecidas a un cajón funerario, sin otra salida que a la sala de una casa.
Escribo dentro de este recinto nuevo. ¿A dónde llegaré?, me pregunto. Acabo de llegar a esta ciudad hace unas cinco horas para empezar otra vez a adaptarme y a congeniar con gente de otra cultura. He estado en Pamplona, en Madrid, en Piura, y ahora, recorro las calles de Bilbao, y digo, que se parece a mi vida. La morfología de sus calles me recuerdan a los estratos de mis dudas, con subidas y bajadas que se inclinan por el esfuerzo al treparlas, y su olor a orín, huele a triste. La humedad se pega por todas partes.
El centro de Bilbao se parece a un laberinto medieval. Nada ordenado. Nada lógico. Las calles se entrecruzan y llegan a una plaza en donde veo insectos urbanos acostados en las aceras por efecto del alcohol. Ningún niño. Nada familiar. La gente transita con prisa, camina una calle, luego otra y se mete a una boca de metro abierta al lado de una estatua: “la cabeza de piedra de Unamuno”, el escritor. Otra plaza. Una vida de pájaros. Palomas que revolotean alrededor de un charco de agua. Algún viejecillo leyendo su periódico sentado en una banca, semidormido. Y yo intento encontrar la lógica en este laberinto grisáceo. Siempre termino en el mismo sitio. Es mi primer día en Bilbao. Bilbao, una ciudad entre lo moderno y lo estático como las películas rodadas en un barrio negro de Nueva York.
Sí, esto es Bilbao y yo dentro de este cajón dormiré todas las noches, congeniaré con mis vecinos de cuarto y vacilaré sin parar cada vez que camine por las arterias del casco viejo. Hoy es un día absolutamente gris, con las nubes botando chorros de agua. Busco adaptarme, lidiar con esta gente, a pesar de que mi otro yo diga “vete”.
Acabo de llamar por teléfono a mamá. Es su cumpleaños. Tuve que caminar mucho para conseguir un teléfono. Encontré uno al lado de la cabeza de Unamuno. El paisaje sigue siendo el mismo que hace algunas horas. Casi nada de gente. La lluvia espantó a los borrachines y se los llevó a otra parte. Ninguna tienda está abierta. Aparece un punk. Me decido a llamar en esa cabina telefónica, lo más parecida al Perú. Escucho a mi madre, lejos. Lejos. Sería completamente feliz si estuviera allí aunque sea un segundo. Acariciar a mi perro, ver mi campiña, hablar con mi hermano. En Arequipa siempre hay sol; en Bilbao, nubes. No soporto más y me quejo con mi madre que se oye en el otro hemisferio.
No escribo hace algunos días. Tampoco hay mucho que contar (creo). Acabo de llegar a Bilbao desde Pamplona. El viernes decidí escaparme a Iruñea. Era el último día de sanfermines y quise pasar, aunque sea, un par de días en esa fiesta. Mi trabajo en El Correo Español me lo impidió. Pero partí a Pamplona en la tarde y me quedé en la casa de Cabanillas.
(Carlos Cabanillas es un amigo que conocí en Navarra. Salimos juntos. Al principio lo odié porque me pareció un limeño antipático. Pero a medida que lo traté nos hicimos grandes amigos.)
Pero aquella noche fue extraña, me harté de Cabanillas. A veces pienso que soy “de lo peor” porque lo abandoné en media calle. No recuerdo exactamente qué sucedió. Sólo que quise beber una cerveza y corrí como una estúpida hacia la plaza del Castillo. Me senté en una banca y lo vi cruzar la plaza con ojos de susto. Seguro se preguntaba de mi paradero: ¿dónde me había metido? Después de perderle la vista decidí recorrer los bares sola. Me metí a uno que siempre me gustó. Pedí una cerveza y el muchacho que estaba a mi costado me preguntó que de dónde era. Le dije que del Perú. Nos quedamos callados. No supe de qué hablarle. Ese es un defecto que tengo, sobre todo con gente que recién conozco: ¡si ellos no me hablan yo me quedo callada!
-Tienes la mirada triste –me dijo de pronto.
-...
-Parece que te hubiera sucedido algo.
No tuve tiempo de explicar mi situación. Empezaron a gritar: ¡Viva ETA!, en el bar. Salí a empujones con la chela en la mano. La gente me miró raro. “Niña, venga para acá”. En la calle había borrachos en el piso. A uno lo mataron a patadas. Vi que le salía sangre de la nariz. Algunos fumaban porros. La ciudad olía a vómito. Ocho días de juerga interminable mandaron a Pamplona a la verdadera mierda.
Después de dar vueltas por algunas calles, decidí acercarme a los bares de la avenida Txantrea, al lado del coso. Me compré otra chela en el camino. Mucha gente bailaba en las afueras del bar. Me paré delante de un grupo de gente que parecía peruana. ¿Serán peruanos?, pensé. Me acerqué. Me puse a bailar junto a ellos hasta que uno me guiñó el ojo. Empezó a hablarme en inglés.
-What’s your name?
-Susana -le dije.
-Where are you from?
-Del Perú.
No me lo creyó. ¿Peruana? No pareces. Llamó a sus amigos y nos pusimos a bailar todos juntos. Hicimos una ronda.
-Nosotros somos de Pucallpa –me dijeron-, somos albañiles.
Qué alegría encontrarse con alguien de casa. No lo pude creer. Mi olfato no me falla. A los pocos minutos lo vi a Cabanillas hablando con un tipo. Estaba borrachísimo. Me acerqué. Le dije que estaba allá, con los peruanos. Los señalé. Me siguió como un autómata. Se puso muy mal. Se culpó de todo. Me pidió perdón. No le dije nada. Desde un principio supe que la que se equivocó fui yo.
17 de julio
Lunes. Las cosas mejoran en Bilbo. El trabajo es aburrido, lo hago rápido. Consiste en editar unos textos que envían de la sala de redacción del diario El Correo Español. Los leo, los corrijo y los diagramo en una mac de pantalla gigante. Les pongo título, antetítulo y bajada. Historias de hombres y mujeres que han hecho algo en su comunidad. Un día, un maestro de escuela. Otro, un artista que ha creado una forma novedosa de hacer teatro. Y una mujer que cría toros de pura sangre. Temas interesantes. Una forma distinta de hacer periodismo. Le llamaría periodismo cívico o social porque se dedican páginas a gente desconocida, pero conocida en sus barrios. En el Perú se hace poco. Sólo las crónicas. Quizá porque en Lima, Arequipa, Piura imperan las noticias del día a día: numerosos accidentes, incendios, que en Bilbo no se ven. Ya lo decía un profesor en Navarra: “Cuando estuve en la Argentina salía corriendo a hacer infografías de accidentes. Luego, los jefes me decían que no servían. Los accidentes son cosa del día a día, me decían. No vale la pena dedicarles una infografía”. Mientras que en España los accidentes suceden pocas veces. Más en verano. Las carreteras se atollan de coches que quieren ir a la playa y no avanzan. Si Cortázar aún viviera podría escribir una segunda versión de La autopista del sur porque en la televisión se ven carros atollados a lo largo de kilómetros.
18 de julio
Salió el sol. Le da otro ambiente a Bilbao. La gente sale a las calles. Desde mi balcón observo la alegría de los bilbaínos. Niños. Viejos. Caminan como si fuera domingo. Al frente de mi edificio hay una librería llamada La Habana. Literatura latinoamericana. Los españoles sienten un afecto por Cuba. Quizá por la pobreza que se vive en ese país. Los cubanos consiguen la visa a España con facilidad. En Bilbo al único cubano que conocí es al dueño de esa librería. Se quejaba de la política de su país: “Chica, que usted no tiene ni idea de cómo es la vida por allá. No hay libertad”. En la vitrina de la tienda están Gabo, Benedetti y el infaltable Cabrera Infante: La Habana para un infante difunto. “Es que, chica, es un país de difuntos. Nadie tiene nada. Huimos como manadas”. No le compré un solo libro. Sólo entré por curiosidad. Dudo volver a pisar la librería. Mi bolsillo anda en aprietos. Espero ansiosa el fin de mes.
Pero salió el sol y me decido por una caminata. Acabo de llegar del trabajo. ¡Qué hambre! Mi timidez no ayuda a mi salud estomacal. No me atrevo a salir de mi trabajo a comprarme un dulce. Llego a casa con el estómago en la boca. Hoy me preparé fideos con carne molida y tomate y cebolla en trozos. La primera vez que preparo este plato. Estaba en mi cabeza hace días. Lo devoré. Ahora, a las tres y media de la tarde quiero salir. Veo a la gente contenta.
Caminé mucho. Incluso, escalé. El territorio es accidentado. Por la plaza donde está ‘la cabeza’ de Unamuno subí unas gradas interminables. Pregunté hacia donde conducen. “A un parque”, me respondieron. Empecé a subir. A medio camino mi corazón estaba acelerado. ¿Si he subido el Colca por qué no estas gradas? Y seguí adelante. Pensé que iba a ser fácil. Pero el parque estaba a gran altura. Hasta que alcancé la cima. Obtuve una buena vista de Bilbao. No distinguí mi calle, pero si la ría. El Guggenheim. Es la primera vez que lo veo. ¿No dije hace algunos días que las calles parecen un laberinto? ¿Que el sentido de orientación es nula? Desde arriba Bilbao es más grande de lo que parece. Habrá que visitar el Museo. También, la playa. Dicen que uno puede llegar en metro. No veo el mar desde aquí. Sigo agitada. Me siento en una banca para apaciguar el cansancio. Veo muchos viejos; muchos perros. ¿Cómo han podido subir?, me pregunto. Después compruebo que el parque tiene ascensor. Se pagan cien pesetas. Surrealista. ¿En qué parte del mundo se sube a un parque en ascensor?
España va bien, dicen, pero los bilbaínos no lo consideran así; se consideran vascos. En casa no puedo mencionarlo. Si me escuchan, dicen, pueden aniquilarme en un instante. “Es que nadie sabe quién es quién en esta ciudad. Puede tocarte un compañero que sea partidario de ETA como no”, me dice mi compañero de piso. Trabaja en una tienda de electrodomésticos. Me cuenta todas las noches que se quiere casar. Ahorra dinero para comprarse un piso en una zona aledaña de Bilbao. El sueño de la casa propia no es sólo de peruanos, pienso, los españoles también los tienen, perdón, los vascos, y la chica que también comparte conmigo el departamento me lo confirmó horas después: “Mi novio y yo queremos irnos a vivir a alguna parte de Europa. Tener una casa”. Nada de casarse, me dijo. Sí asentarse, y es que la idea de matrimonio tiene su descrédito, según me explicó: “¿Para qué unirse a alguien durante toda la vida cuando a los pocos años no lo vas a soportar?”. En realidad existen pocos casos de matrimonios felices. Extraños. Hasta que la muerte los separe. Pienso que ese “hasta la muerte los separe” encarna una idea subliminal. Por un lado, sí, deseo unirme para siempre a este hombre, pero por el otro aparece la gran pregunta ¿para siempre? Esa frase me obliga a estar con él en las buenas y en las malas, en la enfermedad y el éxito. ¿Para siempre? Creo que a muchos les aterra firmar el papel del “para siempre” porque OBLIGA, no une. Quizás lo más natural sea que ambos lo decidan por su propio consentimiento, sin papeles ni tratados. Quizá esos ‘tratos’ aparecieron para establecer un orden social porque a partir de ello surgió el divorcio. Dudo que Jesucristo haya deseado que se firme ese “para siempre”. Creo que él pensó en lazos de unión espirituales, no en firmas ni tratados que premediten un vínculo para la eternidad. Como dice en la Biblia “lo que ensucia al hombre no son las cosas externas, sino su propia interioridad es la que ensucia al mundo”. Una cadena sin final. Admiro a aquellos que habiendo firmado los papeles del "para siempre" hayan conseguido mantener la unión espiritual durante toda la vida. Miren a aquellas parejas que viven una vida juntos. Hubiese deseado tener unos padres así.
Analizando el párrafo anterior, olvidé decir que existe el otro extremo. Los hombres que no se aferran a nada. He allí el problema. Aquí habría que redefinir el concepto de libertad.
jueves, septiembre 13, 2007
13.
viernes, septiembre 07, 2007
animal tropical

No quería contaminarse con ideas ajenas. “Tengo que tener muchas mujeres, viajar todo lo que pueda y conocer todo tipo de gente.” El periodismo lo ayudó mucho en esto último.
Se dedicó con paciencia, disciplina y rigor a aprender a escribir. Fue una búsqueda a ciegas. No conocía el camino. No sabía exactamente qué buscaba ni hacia dónde iba. Detestaba con toda su alma a los intelectuales que publicaban cuatro poemas y ya se creían Dios, e iban gritando a los cuatro vientos que eran poetas. “Son unos payasos”, pensaba. Por tanto, jamás pidió ayuda a nadie. Por el contrario,escribía poemas y cuentos, los elaboraba hasta el cansancio y los escondía.
miércoles, septiembre 05, 2007
rasgarse las vestiduras

Anduve así varios años, con ese uniforme. Cada mañana me metía a la ducha con la misma ropa, también con los zapatos y las medias y los guantes y el pelo amarrado. Nunca desnuda. “Eso es pecado”, me decían. Uniforme impecable. Ninguna arruga. Siempre callada, obedeciendo. Fui el ejemplo del claustro. Seguía las reglas al pie de la letra.
Yo no quería ser así: yo quería ser yo: rasgarme las vestiduras.
Yo quería ser como los otros que vivían en mi barrio que salían en las tardes a jugar al fútbol, a fumarse un purito, a beberse unas cervezas siempre riendo, siempre gozando.
Un domingo, unas amigas me visitaron después de tiempo y me llevaron a la playa, allí empezaron los problemas. Llevé una ropa de baño, también un bikini y una crema solar para no tostarme demasiado con el sol (pues, claro, mi piel era virgen). me daba vergüenza que me vieran y dijeran: “Ella es Cora”. Yo miedosa me camuflé con unas toallas. Felizmente nadie me vio en la playa. Tuve suerte.

Un sábado después me invitaron a la discoteca. Me atreví a ponerme un vestido negro y algunos collares de plata (con sus aretes) y unos zapatos abiertos y con taco. Mis piernas estaban tostadas por el sol, morenas, qué bellas me dijo algún muchacho cuando entré a la sala de baile; pero cuando entré vi a una de esas señoras acartonadas (dígase: con las vestiduras) observando quienes habían ido a la fiesta: yo había llevado una chaqueta con capucha: me hice la loca: no me vio ni reconoció.
Una tarde una amiga me llevó a un recital de poesía: “¿vamos a fumarnos unos pitos?”, me preguntó. "¿Unos qué?", no le entendí. Ella y su amiga fumaron sus porros en una calle oscura como boca de lobo dispuesto a morder. Yo las acompañé pero me sentí de lo más incómoda viéndolas a ellas reírse de cualquier nimiedad aspirando ese cigarrillo blanco. Después fuimos a caminar a la ciudad. Pasé desapercibida. Era otra persona.
Aprendí a mimetizarme con cada situación.
Aprendí a camuflarme.
A adaptarme.
Hasta que me fui…
Ahora me gusta andar desnuda, enseñar las cicatrices, los rasguños, las penas. Qué alivio es saber que existen otras formas de “vestirse”: con minifaldas, con pantalones cortos, con jeans a la cadera y blusas de colores. ¿Y los peinados? Como quieras. Muchos años, mucho tiempo. Perdida en una sola vestidura, en ese uniforme que no me dejaba moverme. Digo. Felizmente.

“When I came upon the myth of objectivity in certain modern thinkers it made me angry. So, there was only one world for these people, the same for everyone. And all the other worlds were to be counted as illusions left over from the past or why not call them by their name –hallucinations? I had learned to my cost how wrong they were.
En: Marshall Mc Luhan “Roles, masks and performances”.
miércoles, agosto 29, 2007
El vuelo del águila

Hoy me encontré con Willem Adelaar, un profesor de la Universidad de Leiden, un verdadero maestro. Lo conocí hace un par de años cuando llegué a la Facultad de Estudios Latinoamericanos. Fue el día de la introducción, cuando yo curiosa por saber quién era el profesor dedicado a los Andes, me acerqué a Adelaar y le pregunté: "¿es usted el profesor de historia de los Andes?". Adelaar me miró con los ojos grandes. Me hizo un gesto con la cabeza como diciéndome "sí" y se puso a conversar con otra gente. Es un hombre de estatura mediana (para ser holandés) y con ojos azules. Yo pensé que iba a alegrarse al escuchar a alguien interesado en los Andes, pero su timidez no demostró mucho entusiasmo. Yo pensé: "otro día lo conoceré". Y me fui.
Adelaar dividió su clase en dos. Primero de la maestría: dos alumnas de países contrarios puedo decir: por un lado yo con mi bandera peruana, y por el otro Paloma mi compañera, con su bandera española. Dos puntos de vista distintos: el conquistador y el conquistado. Y segundo, los alumnos del bachillerato, a quienes no vi nunca más porque llevaban clases en otro horario.

Puedo decir que las mejores clases que tuve en mi maestría fueron las de Historia de los Andes (también las de Seminario de literatura y Teoría literaria, qué pasada), pero con el profesor Adelaar experimenté, primero, una sensación de extrañamiento (como cuando se llega a territorio desconocido) y, segundo, aquello que llamamos “la pasión por la tierra”. Sus clases fueron clases espontáneas, armadas en base a preguntas y respuestas. Preguntas precisas y respuestas largas. Pero voy a ser sincera. Cuando llevé clases con Adelaar yo no sabía quién era Adelaar.
2
Adelaar llegaba a las clases con una maleta llena de documentos, siempre. Parecía un viajero dispuesto a irse a cualquier parte, listo para partir. La primera vez que entré a su oficina quedé sorprendida. Olía a documentos, a libros, a páginas leídas. Una biblioteca ocupaba toda una pared del recinto. Un mapa de Perú, bastante detallado, otra pared. Su computadora y su escritorio miraban hacia una ventana desde donde se contempla toda la Universidad de Leiden.
Aquella primera cita estudiante-profesor, Adelaar empezó a hablar con pasión acerca de todos sus viajes por la sierra del Perú. Parecía que no hablaba mucho (no encontraba con quién, seguro) sobre su experiencia. Me señalaba con el dedo los pueblos andinos por los que pasó en su juventud en busca de lenguas extintas. Unos viajes por el departamento de Moquegua detrás del Puquina y otras por Cajamarca y La Libertad, del Culle y el Cholón.
Una de las historias que más conservo de Adelaar es la del Marañón. Adelaar fue en busca de hablantes del Culle, un idioma andino hablado hasta el siglo XIX en el Perú, por cierta región cerca al Marañón, al sur de Cajamarca. Para encontrar algún hablante el profesor tuvo que subir la cordillera, luego bajar al Marañón, cruzar el río, y después subir otra cordillera y seguir caminando. “Allá las distancias no son las mismas que acá”, me decía y reía: “Uno tarda horas en llegar de un pueblo a otro”. El cariño con que contaba sus relatos era de una riqueza singular: adelaar parecía revivir el pasado, caminar con la imaginación los viejos senderos, recordar las caras, vivencias, buses, paisajes, aquella intuición y amor que lo llevó a estudiar los idiomas de los Andes.
Las clases con el profesor Adelaar son clases de un feedback absoluto. Esa timidez de mis primeros encuentros con este profesor, se desvaneció para dar paso a la pasión por los Andes, que fluía por las venas de este profesor. Era como verlo salir del cascarón de la timidez: como un renacimiento, como encontrar a un ser apasionado escondido entre el montón, como hallar la piedra filosofal a tantos años de “geniecillos dominicales”. Con Adelaar (un holandés, recalco) volví a las raíces de la historia de mi país y conocí aquello que en el mismo Perú no conocemos: el patriotismo (y a la distancia).
3
Una mañana recibí un email de un amigo mío que estudiaba lingüística en la Católica del Perú. Me preguntaba si yo conocía a un profesor llamado Willem Adelaar. Pues, él había leído un artículo de este profesor. Yo le dije: “¡claro, es mi profesor!”. Mi amigo se emocionó tanto que me dijo: “ese tipo es reconocidísimo, el maestro en lenguas andinas junto a Cerrón-Palomino”. Yo nunca había oído hablar de Cerrón Palomino y yo no sabía que Adelaar (aunque lo intuía) era tan reconocido.
Para mi mentalidad peruana , la gente reconocida siempre tiene aire de grandeza (qué tristeza, así piensa la mayoría en el Perú). Adelaar era lo contrario: una persona que llegaba en bicicleta a dar clases, que se sentaba en el comedor universitario a almorzar, que se presentaba como una persona tímida, como si no quisiera ser puesto al descubierto. Yo no lo podía creer: no podía creer la suerte que tenía de tener un profesor como Adelaar, y encima que me diera clases a mí y a mi compañera española (buen dúo). Lo tenía para mí sola, practicamente (y aprendí a ver a los Andes desde el punto de vista español, qué riqueza). Era un lujo que me ofrecía Holanda-Leiden-un-país-extranjero, de tener a un maestro de maestros frente a mí (y yo sin saberlo).
Después del curso de Andes fui al Perú a hacer la investigación para mi tesis. Mi tesis abordaba un tema diferente a las clases de Adelaar, estaba dedicada a la literatura. Pero yo me ofrecí a hacer una investigación para Adelaar en la sierra de Piura. Independiente de la investigación que hice, conocí a la gente de lingüística de la Universidad Católica, a Cerrón – Palomino, el otro maestro en lenguas andinas, a quien una tarde fui a visitar. De frente me preguntó por Adelaar. Yo le dije que Adelaar estaba muy bien, dedicado al puquina y a los idiomas amerindios.
-¿Tú crees que Adelaar quiera venir al Perú al próximo año en agosto? –me preguntó.
No cabía duda que Adelaar se moría por venir al Perú, hacía quince años, creo, no había pisado suelo peruano, y recordando sus clases: Adelaar era un apasionado.
-Profesor Cerrón. Por supuesto, Adelaar tiene que venir.
-Entonces, voy a hacer los trámites para invitarlo a un congreso.
4
Agosto del 2007. Me acabo de graduar. Estoy montando bicicleta por Leiden, yendo a la Universidad. Me encuentro con Adelaar, también en su bicicleta. “Profesor Adelaar, ¿cómo le fue en el Perú?”. Adelaar sonríe muchísimo. Su rostro brilla de la emoción. Nunca lo he visto tan contento.
-Tuve un tiempo muy lindo en Perú –dice con muchas ganas, con la mente puesta en nuestra conversación y en el Perú.
-Qué bien profesor, y ¿cómo estuvo?
-He hecho muchas cosas, visto mucha gente.
-¿Sintió el terremoto? –pues, en Lima acababa de haber un terremoto de 8 grados en las escala de richter. Quizás una estúpida pregunta.
-Tuve suerte. Yo me fui de viaje a Chanchamayo y no lo sentí; pero días antes estuve en Pisco, en la iglesia de Lurín que se cayó con el terremoto.
-Uy, profesor, qué suerte tuvo.
-Sí, felizmente. Pobre gente.
Me quedo callada, lo miro. Le digo:
-Se le ve muy contento.
Se sonroja, sonríe y me dice:
-Me han dado un Honoris Causa -sonríe muchísimo y se sonroja más-: Una sorpresa. La San Marcos.
“¡Qué orgullo, carajo!”, pienso.
Sonrío doblemente.
-Qué bien, profesor. FELICITACIONES. ¡Qué alegría! -que reconozcan a Adelaar, por fin.
-Fue una sorpresa muy linda, no lo esperaba -me dice.
Después de conversar sobre otras cosas más, Adelaar y yo (con ganas de seguir hablando) nos despedimos. Él se va con su bicicleta a la Facultad, yo con mi bicicleta a la biblioteca. Me quedo pensando en él. Un Honoris Causa que anda en bicicleta y no le gusta ponerse al descubierto. ¿Puede alguno creer eso en el Perú? Nosotros tenemos necesidad de mostrar nuestros títulos universitarios para decir: mira, somos alguien. Pero hay otros que son diferentes y no necesitan decirlo, simplemente lo son.
***
Adelaar es un profesor de lujo que asume con distancia sus investigaciones, sus interpretaciones y además sus conclusiones. No mete su opinión en temas tan delicados como la extinción de ciertas lenguas antiguas. Adelaar es para mí uno de esos viajeros que en busca de sus lenguas antiguas encuentra la riqueza del conocimiento y la sabiduría. A este profesor lo encontré de casualidad, sin búsqueda ni pretensión. Adelaar significa “águila”, y en este caso no se trata de un ave rapaz sino de un ave que recorre las montañas como las águilas andinas , en busca de lo extinto, lo casi acabado para hacerlo renacer. Un apasionado.
lunes, agosto 27, 2007
maestros


Instantes
Entremos al quirófano de la señora Luz
(una Rodríguez de respeto).
Aquí les vengo a anunciar -digo- que
escribo sin mirar,
y que les guste o no,
nunca voy a parar.
--------------
27/8 - 15:00pm
Ahora tengo el anillo en el dedo.
Estoy comprometida !
Terminar no es acabar
es volver a empezar.