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lunes, abril 28, 2008

espejos

Recuerdo a un amigo decir que la lectura era una forma de meditación. Es verdad, la lectura es una forma de imponer una voz en tu propia voz, y de relajar tu mente, es decir, una forma de reemplazar los pensamientos por otros.

No tienes días acaso en los que estás así un poco insoportable??, me pregunta una amiga.
Yo le digo: a todos nos pasa.
No me puedo concentrar, dice.
Lo entiendo.
Eso sucede con la gente que tiene más de una responsabilidad a la vez. Un abanico de posibilidades. El desorden, el desorden, me dice alguien en la calle... posmodernismo ?! El orden dentro del caos? o el caos dentro del 'orden'?


Días después voy a una universidad conocida de la zona para entrevistarme con un profesor. Simpático el profesor. Es bastante mayor. Ya desde el primer email pensé que era un poco mayor. Tiene la barba cana, la frente calva.
Prefiero que no me hable de De Man, me dice.
¿Por qué?
Porque yo soy de la vieja guardia. Y los enredos de tus amigos posmodernos salen de mi entendimiento.
Qué bello.


La semana pasada fui a visitar a una artista del cine flamenco. Me interesa lo que escribes. Tus propuestas son realmente interesantes, me dice. ¿Pero cómo quiere ella que yo una mi talento a los medios?
Un amigo me dice: Deberías de escribirle al crítico-ensayista peruano que vive en los Estados Unidos. Eso cruza mi mente.
Yo le cuento que hice el bachillerato en periodismo y no era capaz de ver la literatura. Qué chavacana. Luego, hice un estudio en literatura y comprobé que los literatos no eran capaces de ver el periodismo. Qué pasada. Relaciones promiscuas, diría un teórico espanyol.
Le digo: Quiero unir las dos disciplinas.
¿Periodismo literario?
Ay no... qué trillado.
Sigo: No quiero hablar del periodismo como una realidad robótica, tampoco de la literatura como una realidad estructurada. Me gusta la fenomenología: el arte de jugar con la realidad y la ficción en la mente del receptor (la audiencia). Nosotros hacemos eso muy seguido en mi continente, jugar con las ficciones y las realidades de la gente, hacer de sus vidas privadas algo público, moralizar cada movimiento del Uno. Esto me recuerda a un enano que parecía buena gente (siempre y cuando él mantuviese su patronazgo) y terminó ficcionalizando la biografía de los otros.
Ella dice: el cine.
Yo le digo murió el mito del escritor que sólo escribe para sí mismo.
Entre las dos pensamos: hibridez de textos literarios con dosis de medios de comunicación. Lenguaje audiovisual en las novelas, novelas que parecen cine.
Interesante. Un signo de nuestros tiempo.

Camino por las calles de esta famosa ciudad. Callejuelas rosadas que conducen por un laberinto de casas, canales de agua, mercados de flores, vitrinas con gatos durmiendo. Adoro este lugar y pienso que recién después de muchos anyos descubrí a McLuhan entre los tesoros (que no lucieron) en mi bachillerato. Él dice que el medio es el masaje, y no cree en el mito de la objetividad. La vida está llena de sujetos que interpretan de una y otra forma el concepto del Todo. Sabemos que existe esa gran verdad, el resto es puramente relativo, un eterno becoming de estructuras y sensaciones. Ya no estamos en la guerra fría, la división del mundo en dos bloques. El desarrollo de los medios de comunicación lo está transformando todo. Miren a Bangkok: una ciudad oriental con intención de adquirir lo occidental. Al Perú andino, criollo y amazónico. Hoy estoy aquí, manana allá. La guerra informática entre China y USA. Me das un tiempito para mandarte un beso cibernético, sí te lo mando. Un laberinto de oportunidades.

jueves, marzo 27, 2008

Flaubert

Quienes no hayan escuchado o leído a Flaubert tienen que hacerlo pronto, pues es un clásico de la literatura, quien inauguró la novela moderna. Muchos escritores de hoy se han inspirado en su figura como escritor para escribir novelas, sobre todo nuestros amigos del "boom". Recuerdo haber escuchado en una conferencia: "Flaubert leía sus escritos en voz alta a sus amigos...", en un momento sus novelas, como por ejemplo la clásica Madame Bovary, eran tan perfectas que se sentía en la obligación de pulir más para que sean un poco 'imperfectas'. Aquí transcribo un párrafo de su correspondencia con Madamme Roger des Genettes; lo acabo de leer en Les Republique des Livres del diario Le Monde. Acierta en describir la complejidad del alma humana, que no necesariamente tenemos que tomarlo con seriedad.

”L’histoire d’Un coeur simple est tout bonnement le récit d’une vie obscure, celle d’une pauvre fille de campagne, dévote mais mystique, dévouée sans exaltation et tendre comme du pain frais. Elle aime successivement un homme, les enfants de sa maîtresse, un neveu, un vieillard qu’elle soigne, puis son perroquet; quand le perroquet est mort, elle le fait empailler et, en mourant à son tour, elle confond le perroquet avec le Saint-Esprit. Cela n’est nullement ironique comme vous le supposez, mais au contraire très sérieux et très triste”.

domingo, marzo 23, 2008

focalizada

"Abre los ojos y no sabe dónde está. Hace algunas horas recuerda apagó la luz , tanteó con las manos en el suelo y se metió a esa colcha que la abriga. Ahora despierta sin saber qué oscuridad es ésta. Mira-ve un entorno negro-vacío que en el mundo real de la oficina no existe. Escucha ronquidos sordos con pausas y desórdenes a su lado. No reconoce. Quién? Su mente intenta retroceder, los ruidos, el frío, ¿era capaz de reconocer? Enrollado el cuerpo dentro de una frazada-saco, el frío penetra en su cuerpo como un temblor. La vista aún no se acostumbra a la penumbra. No reconoce lo que le rodea. Está casi ciega. Tuviste que nacer un martes trece, piensa. Y sólo siente que su nariz está congelada y su cuerpo arropado. Qué ganas de dormir en algo blando, pero la columna duele y no sabe en qué posición mirar, sólo siente un ser extranyo a su lado, roncar y no despertar... amanece".

jueves, marzo 20, 2008

mi pasión postergada

Alguna de las cosas que nunca voy a poder perdonarle a mi padre* (que en paz descanse) es no haberme permitido estudiar literatura. Nunca entendí bien por qué se negó a dejarme seguir la carrera literaria, incluso mandarme a Lima (a la Católica o la San Marcos), además de juntarme con gente dedicada a ella. Quizás intuyo que fue su miedo a verme convertida en una comunista o terminar enredada en política, antes que en la escritura.

Seguro mi padre quiso labrar un futuro para mí. Me quería empujar a estudiar economía, sin embargo, yo seguí fervientemente con la idea de la literatura; me metía en mi habitación tardes enteras a leer novelas de la literatura universal. Incluso escribí un pequenya novela que tengo guardada hoy en alguna gaveta. Esos anyos fueron quizás los más productivos de mi vida.

Un día mi padre me dio la idea de estudiar el periodismo. Él no quería que yo ingresase a la UNSA de Arequipa ni que me vaya a Lima. Yo por mi parte quería largarme de la ciudad, empezar a hacer de mi vida la de una escritora, que de aquí para allá, conseguía cumplir sus metas. Cuando me dijo: y el periodismo no te interesa?

Mi punto de vista respecto al periodismo es hoy distinta a la de antanyo. Yo me dije, si mi padre no acepta la literatura, mal que bien me dejará estudiar periodismo que tiene algo de parecido a la literatura: la escritura. Por lo menos estaré cerca de la escritura, me mentí a mí misma. En esos anyos era yo más ingenua que ahora.

Mi primera experiencia fue un periódico llamado Arequipa al día (que ya no existe). Mi padre me llevó allí para que hiciera unas prácticas de verano antes de que yo empezara a estudiar la licenciatura. Me divertí bastante, incluso publiqué un par de artículos de literatura y música. Esa experiencia me convenció de que no estaba mal la idea de estudiar el periodismo.

Pero, ojo, yo siempre desde pequenya le tuve rechazo a la actividad periodística. Cuando los veía en la televisión intentando conseguir una declaración de su informante, me dije, jamás seré periodista. Eso que veo en la pantalla no es para mí.

Punto y aparte. Una noche que volví del diario mi padre estaba en la sala con una persona a la que yo no conocía. Era un senyor que representaba a una universidad católica del norte del Perú, en donde ensenyaban periodismo. Me senté junto a ellos, pues mi padre me lo había pedido, y los escuché decir que una de las mejores facultades de periodismo del Perú era la que se dictaba en esa universidad. "Yo te mando allí si tú quieres".
Yo quería largarme de Arequipa, estudiar algo relacionado a la escritura y si era en una universidad reconocida, yo feliz. Dije sí, me voy a Piura.

Ahora que lo pienso, los anyos que viví en Piura fueron los mejores momentos de mi vida. Allí conocí a la mayoría de la gente que más quiero y además me dio vivencias especiales en todo sentido. Pero los estudios de periodismo no fueron realmente los estudios que debí seguir. Yo debí seguir peleando por la literatura, aunque sea mudarme de facultad, qué sé yo, pero seguir aferrada a ella.
Recuerdo que llegué con mi máquina de escribir y mis libros cabecera. Piura es una ciudad bastante soleada, en medio de un desierto de algarrobos. Mi idea fue imponerme un horario, escribir en mis tiempos libres y ser la mejor de la Universidad. El suenyo en ese momento era terminar mi novela, publicarla e irme a Espanya.

Pero no sé en qué momento dejé de escribir. Creo que fue cuando empecé a llevar redacción periodística y a toparme con las reglas de un sistema que nunca supieron explicarme bien, con profesores que se decían capos en la materia, que antes de motivar, desmotivaban. Me costó enormemente encasillar la literatura a las reglas pre-definidas de la redacción periodística. Allí perdí la vitalidad de mis primeros anyos. Allí casi pierdo aquella terquedad de hacerme escritora. Dudé de mi vocación. Dudé de mis virtudes. Dudé de lo que estaba haciendo.

No quiero renegar de aquellos que intentaron y me ayudaron mucho en esos anyos. Pues, no me puedo quejar de todas las oportunidades que tuve como estudiante de la facultad de periodismo. He publicado en diarios reconocidos, incluso internacionales. También he viajado becada a estudiar una especialidad fuera del país. Al final conseguí lo que quería. Terminé escribiendo crónicas en un diario local y viajando a Espanya. Pero insisto. El periodismo no era para mí. trabajar en la sección locales, persiguiendo a los congresistas, era un suplicio insoportable. Además, competir con todos los periodistas.... hum... había algo que me faltaba, cierta base importante en mi vida.

Han tenido que pasar muchos anyos para darme cuenta que lo mío siempre fue la ficción. Estudiar literatura demandó el doble de esfuerzo que estudiar periodismo. Y es triste decirlo, pero aquello que me ensenyo el periodismo no tiene nada que ver con la literatura. Poco me ha ayudado mi formación de periodista. Es increíble ver cómo se diferencian ambos estudios. Lo lejos que están a pesar de que utilizan el lenguaje y la escritura como herramienta fundamental. El periodismo habla sobre hechos que existen en la realidad real y moraliza sobre ellos. La literatura es más bien el arte de la palabra, el estilo, la voz, el modo, la forma. En mis anyos de periodista me ensenyaron las reglas de la deontología (que involucraba filosofía), pero en la literatura tuve que zambullirme no sólo en el análisis literario, que es apasionante, sino también en la filosofía pura del lenguaje (más apasionante aún).
Ahora me siento muy lejos de mis colegas periodistas. No quiero renegar de mis anyos de estudio en el norte del Perú, pues fueron los mejores anyos de mi vida. Pero insisto en que debí entrar directamente a las carreras de humanidades antes que a las técnicas (al final de todo, el periodismo es una carrera técnica), porque yo no soy de esas personas capaz de moralizar acerca de lo que se escribió sí o no, más bien soy yo un alguien que disfruta de los juegos del lenguaje y de su análisis. Y después de haber estudiado una maestría en literatura digo yo que no se debe de moralizarla, porque es un juego del lenguaje y un medio de expresión, que al final involucra ficción. Un terreno abierto a varias interpretaciones.


*y lo digo con todo el amor del mundo

viernes, septiembre 07, 2007

animal tropical


Hay un escritor que es mi descubrimiento de la semana: Pedro Juan Gutiérrez, cubano de buena sepa, que vivió todas las revoluciones de la vida, desde Castro hasta su propia existencia. Vive en un octavo piso del centro de La Habana, desde donde escribe y contempla la caótica ciudad. "Animal tropical" es el nombre del primer libro que tengo entre manos, libro que se mete dentro de mi coraza y me produce un efecto más que carnívoro, ni frío ni invernadero, más bien el calor de la salsa, el bolero, imágenes en movimiento que bailan en mi interioridad y me hacen performar.

Miren lo que dice acerca de la escritura (¡es metaficción de la buena!):

“Lo único que quiero en la vida es ser escritor”, se dijo muchas veces a sí mismo, hasta que la frase se le grabó en la mente.“Quiero escribir de un modo tan natural que no parezca literatura". Quizás por eso jamás se acercó a grupos de escritores ni estudió literatura.
No quería contaminarse con ideas ajenas. “Tengo que tener muchas mujeres, viajar todo lo que pueda y conocer todo tipo de gente.” El periodismo lo ayudó mucho en esto último.
Se dedicó con paciencia, disciplina y rigor a aprender a escribir. Fue una búsqueda a ciegas. No conocía el camino. No sabía exactamente qué buscaba ni hacia dónde iba. Detestaba con toda su alma a los intelectuales que publicaban cuatro poemas y ya se creían Dios, e iban gritando a los cuatro vientos que eran poetas. “Son unos payasos”, pensaba. Por tanto, jamás pidió ayuda a nadie. Por el contrario,escribía poemas y cuentos, los elaboraba hasta el cansancio y los escondía.

Alguna vez dije: uno lee a sus autores porque se identifica con ellos (a eso le llamamos el ethos del autor). ¿Por qué me fascina ahora Pedro Juan? Quizás porque tiene esa capacidad desnuda de introducirse en la mente del lector del modo como lo haría el ilusionista con su espectador. Dejémonos de boludeces y sigamos escribiendo, aprendiendo del oficio de Pedro Juan: no meternos a discutir con críticos literarios (que hacen daño), más bien hacer de este oficio una realidad !! No importa la edad que tengas escritor. Escriba, escribe, ya !!

jueves, febrero 15, 2007

writing

I was trying to write then and I found the greatest difficulty was to put down what really happened in action; what the actual things were which produced the emotion that you experienced…the real thing, the sequence of motion and fact which made the emotion and which would be as valid in a year or ten years or, with luck and if you stated it purely enough, always.
-Ernest Hemingway

Writing it's not an easy job. I'm trying right now to write my master thesis and it doesn't come out so easyly. I have to find structure and also some discipline. Without discipline, as my great master says, you're gone.
S

jueves, junio 22, 2006

una pasión correspondida


Sólo sé que la literatura me apasiona y que esa pasión también trae desencantos. Hay días que vivo por la literatura, hay otros en los que no la quiero vivir. Suele suceder que cuando voy a la biblioteca me concentro y no me despego en todo el día, pero también sucede que cuando voy a la biblioteca dejo de tener ganas, me dan ganas de atropellarme de machucarme y de salir en bicicleta a pasear por Leiden, a perderme por su calles, a sumergirme en sus caminos, a olvidarlo todo, conversar con gente desconocida y amigos, dejarlo todo y dormir para la mañana siguiente.
Anoche me sucedió algo particularmente extraño o mejor dicho, los últimos días me suceden cosas extrañas. El fin de semana pasado me sumergí en la teoría o la concepción de la literatura de Vargas Llosa (ése vargas llosa, cuando no en mis historias, ¿no?). La culpa la tiene él desde que publicara sus libros en los sesenta y se hiciese tan famoso y conocido por esos libros tan bien escritos. Obvio, yo no viví los sesenta, pero el fin de semana los viví a través de las teorías que contaban los críticos de Vargas Llosa sobre Vargas Llosa y toda aquella teoría que rodeó la literatura de los sesenta en Latinoamérica.
Aquella idea del hombre atornillado a su escritorio descrito tan bien por Flaubert.
Flaubert me trajo a la mente aquel compromiso que uno debe seguir con la literatura. Siempre viví la literatura como un juego, y ahora descubro que no es un juego, sino un fuego que calza en mis cenizas y brota de mi corazón como una gran llama tan viva que a la noche me da dolor de cabeza. La literatura es fuego, sí, y es un fuego peligroso porque si uno le es infiel, te dejará por otro, y si cumples sus preceptos, te será fiel hasta el final, nunca te abandonará. Me explico: si uno quiere dedicarse a la literatura debe vivir por ella, dedicarse las veinticuatro horas del día a este ejercicio, porque si uno no lo hace, se desconcentro y todo el saber se va a la basura de la memoria, y el ritmo, la voz, las palabras, vuelan hacia un infinito del cual nunca más regresan, sólo si uno vuelve a concentrarte en ella. Si no te enganchas a la literatura, como el hombre a la mujer, vivirás desengnchado de ella y eso, en persnas que están habitadas por demonios (siguiendo a Vargas Llosa), es un desastre porque te vuelves loco, si no vives por la literatura te volverás loco, dicen por allí.
Estos últimos días descubro que lo único que tengo en la vida es la literatura. Yo la elegí. Yo decidí estar con ella por culpa de vargas llosa, no del vargas llosa del sesenta, sino del ochenta, cuando llevaron al cine "la ciudad y los perros" y yo, que no la ví, por mandato de mi padre, pues, me impacto el sólo hecho de ver la publicidad en la televisión, y años después de ese suceso me veo leyendo el libro que de niña sólo la idea impactó, escondiéndome entre las sábanas de mi cama para que mi padre no me chape con el libro. Leí la ciudad y los perros y decidí quizás allí, no lo recuerdo bien, refugiarme en ese mundo de la literatura, sacando más libros de mi estante, revisando teorías, imágenes, palabras, aunque no las entendiera. Allí supe que ésta sería mi vida y la sola decisión de dedicarme a ella, la literatura, implicó darle el rumbo que le di siempre a mi vida, esos rumbos que uno toma por decisión propia pero que a veces le gana si uno no se dedica a cien por cien a ella, y a mí casi me ganó.
Ahora estoy sentada en la biblioteca de la universidad. Veo a muchos estudiantes en las mesas de lectura tratando de estudiar para sus exámenes. Yo también tengo un examen. Mi examen es el próximo miércoles, y recuerdo el fin de semana que pasó y en todo mi esfuerzo por dedicarme a ella, sólo a ella, y en el nivel de concentración alcanzado el sábado-domingo-lunes y los frutos que estoy dando a medida que leo y estudio. La cuestión es que yo nunca estudié literatura, me dediqué al periodismo, y me pregunto ahora en qué mundo estuve metida, qué me enseñaron si siento que no aprendí nada, qué profesores me tocaron cuando sólo sabían hablar de sí mismos, y nunca me hablaron de los discursos, de las teorías, de las voces narrativas, que hoy aprendo aquí y nunca antes supe, nunca antes me descubrieron, sólo lo tuve que buscar yo, y ahora que vivo una literatura de verdad (me sacan la chochoca) y no de mentira, pues todo era una mentira anteriormente, (sin culpar a nadie porque el final de todo algo aprendí en periodismo a pesar del mundo de Lili), empiezo a descubrir el verdadero sentido de esta vocación tan solitaria como la misma solitaria que según Varguitas debemos conquistar, para poder dedicarnos a aquel ejercicio noble (eso parece, no siempre lo es) que es la literatura.
Estos últimos días descubro que lo único que tengo es literatura y que si le soy fiel nunca me dejará. Le puedo ser fiel a los amigos, a los vecinos, a mi familia, pero nunca habrá algo más fiel que la literatura, ésta compañera, porque los amigos a veces te dicen chau de mala gana en plena conversación por internet (se desconectan y después de cinco minutos vuelven a entrar para ver si has desaparecido), los enamorados sólo hablan de sí mismos sin aprender a escuchar (escuchan sólo cuando una les habla de ellos, de nada más), las amigas cambian los horarios y las citas a última hora, otras ni siquiera te llaman, otras dicen somos tus grandes amigos y nunca se aparecen para preguntar cómo estás, la familia sólo te habla en negativo (no los culpo, así son, además no todos son así). Y no culpo a nadie por ser como es o por irritación. No culpo a nadie porque todos piensan que esta carrera esclava es un hobbie o leer Bouquet, creen que la literatura es un juego para niños, que escribir es más fácil que pintar (el abc es facilísimo escribir al lado del dibujo del ahorcado) y que estudiar es una pérdida de tiempo. A aquellos que piensan en capital, a aquellos que piensan que esto no es un trabajo, pues, es el trabajo más esclavo que existe, y a la vez el más libre, y si nunca llego a tener mucho capital, pues, no me importa, prefiero vivir de pobre antes que dejar la literatura y morir de a pocos en la soledad, porque aunque la literatura sea un ejercicio aparentemente solitario, como las solitarias que crecen en tus intestinos, esa soledad no es comparada con el mundo real. Los mundos que leo en los libros, imposibles para muchos, son mucho más ricos y activos que aquellos de la vida real. La literatura es un arma de doble filo y empiezo a aprender a convivir con ella aunque ambas seamos femeninas y nos lleguemos a odiar.

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