jueves, diciembre 20, 2007

Leiden bajo cero


No hay nada mejor en el invierno europeo que una buena nevada. Hoy fue uno de esos días en los que desperté y sin darme cuenta, al salir de mi casa, encontré la calle blanca, la bicicleta blanca, los techos blancos, la ciudad blanquísima. Un inolvidable espectáculo. Pocas veces las ciudades se visten de blanco.

No hay duda que esta blancura le da luz a esta época del año porque uno se siente feliz de sentir que el invierno es un invierno de verdad y no a medias. Que el frío que está haciendo es producto del hielo y no de las intensas lluvias que oscurecen el día.

En Holanda cuando nieva, la gente automáticamente cambia de cara. Yo no sé qué le pasa a la gente en Holanda pero al parecer siempre anda medio renegando de la existencia. Su tema del día: el clima. Y casi siempre en negativo. Hoy el tema del día era la nieve. En el tren algunos decían: "pucha ha nevado, qué fregado" (yo feliz de ver nieve), pero mientras yo montaba a la bicicleta por las calles de Leiden veía a los niños jugar con bolas de nieve, haciendo muñecos de nieve, patinando por las calles, felices ellos de poder jugar fuera de casa a pesar del frío y bromear con los transeúntes, algo inusual en la vida cotidiana holandesa.

La gente aquí vive dentro, no fuera de casa. A las cinco de la tarde, sobre todo en invierno, ya no se ve gente en las calles (y además está oscuro). Oscurece a las 4pm y amanece a las 9am. Aquí uno tiene que ingeniárselas, pues, los médicos pronostican enfermedades depresivas. Hay más suicidios de lo normal. Los trenes no funcionan a la normalidad porque alguien decidió suicidarse en los rieles del tren o porque algún bromista se lo ocurrió cortar algún cable. Aquí hay que buscar la vida, comprar quizás una lámpara que brinde luz solar o refugiarse en los libros. Pues, en el invierno uno tiende a invernar de verdad, como los osos polares. Yo por lo pronto no quiero levantarme de mi cama tan fácilmente.



Leiden no es una ciudad grande. Es antigua. Tiene 300 mil habitantes, un centro históricos y varias 'urbanizaciones'. Me recuerda a Pamplona por su antiguedad de la época feudal. Mi primer año aquí un amigo me explicó que Leiden fue la segunda ciudad más importante de Holanda en el siglo de Oro holandés, es decir en la época en que los españoles invadieron Holanda, con ese afán expansionista que tuvieron desde que conquistaron América. La historia Holandesa también está poblada de españoles y uno de los últimos lugares en donde dieron la última batalla fue en Leiden (mismo Ayacucho). Al ganarla y expulsar a los españoles de tierras holandesas, Guillermo de Oranje regaló una universidad a los Leidsenaren como fruto a su esfuerzo, la famosa Universidad de Leiden.


Leiden es una ciudad de monumentos históricos. Aquí nació Rembrandt y también Vermeer, pintores famosos, y tiene muchas iglesias hermosas, que generalmente están vacías porque son protestantes, ellos no creen en las ostentaciones. Yo vivo en una callejuela que está blanca ahora por la nieve, cerca a un antiguo hospital que hoy es una casa de estudiantes (qué tal cambio) y una iglesia y una canal, parte del río Rin. Mi calle se llama el callejón verde. ¿por qué? No lo sé.




La nieve aquí convierte en un caos la ciudad. Los automóviles patinan y no pueden subir los arqueados puentes que cruzan los canales (o ríos) de Leiden. Los patos ya no nadan en el agua, más bien caminan sobre el hielo. Y las gaviotas (terribles ellas, parecen gallinazos) han emigrado hacia el sur (felizmente) dejando tranquilos a los basureros y a los mercaderes de los sábados que colocan sus tenderetes en el mercado.


Este es el invierno más fuerte que he vivido hasta ahora aquí en Holanda. Nunca antes nevó en esta época del año. La radio dice: "Después de veinte años que tenemos nieve en Navidad". Sí claro, pues aquí casi nunca nieva, siempre está mojado, es decir, llueve llueve y llueve... como es un país bajo, rara vez los copos de nieve llegan intactos al suelo y claro producen charcos de agua. Aquí con este espectáculo blanco puedo pensar en quedarme en casa invernando y meter los pies dentro de mi almohada. Hace mucho frío, mi termómetro marca -4. En cualquier momento voy apagar la luz para despertar mañana a las nueve de la mañana, misma osa polar dentro de su guarida, acomodándose en la mejor posición para poder descansar sin sentir el frío de la ciudad.

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