miércoles, junio 14, 2017

Mochilas colgadas de un asta de bandera



Todos los años alrededor de estas fechas aparecen mochilas colgadas de un asta de bandera en las urbanizaciones de las ciudades holandesas. Muchas de ellas son comunes, la típica mochila marca Vans, de diversos colores: marrones, celestes (como en la foto), grises. Cuelgan desde la ventana de un segundo piso, anunciando algo que en mis primeros años en este país jamás había tenido idea de lo que representaban. Es como si el 28 de julio, durante las fiestas patrias en Perú, se izaran las banderas acompañadas de una mochila, y todos los tejados estuvieran adornados por banderas mochileras. Algo así.

La primera vez que las vi fue en Leiden, la ciudad en la que estudié. Todos los días caminaba por una avenida que se llamaba la Hooigracht, una de las principales de la ciudad, que me llevaba por unos pasajes peatonales de losetas de ladrillo. En una de esas callecitas, perfectamente diseñadas para un cuadro costumbrista, apareció de un día para el otro una mochila colgada de una bandera (con la bandera incluida). ¿Lo habría hecho algún bromista?, me pregunté.

Una cuadra o dos más allá encontré otra mochila. Eso ya no podía ser casualidad. Dos casas con mochilas colgadas de bandera no era algo que me pareciera casual. Como parte de mi curiosidad quise saber de qué se trataba este cuento, pero así como me suele suceder lo olvidé y continué mi caminata rumbo a la universidad.

La mochila que cuelga de un asta de bandera, la frase suena a título de cuento, es la celebración de un momento importante en la vida de un estudiante holandés: su graduación, haber aprobado el examen final de la secundaria, haber concluido la etapa escolar.

Yo recuerdo ese momento como muy lejano en mi vida, mi graduación. En Perú le llamamos "promoción". No lo celebré colgando una mochila del asta de una bandera, hubiese sido quizás, en nuestro asentado patriotismo un símbolo de sacrilegio. Lo celebramos con una fiesta y una ceremonia en la que nos entregaron un diploma y cantamos el himno nacional. Aquel día, el de mi graduación del cole, marcó el final de una etapa importante de mi vida: mi niñez, y el comienzo de otra, adultez, que llegaría tardía.

A esa edad, la de los diecisiete años, las etapas de la vida están marcadas con un principio y un final claros, como las fronteras de algunos países. Uno sabe que en quinto de secundaria (depende del país en el que uno está) se terminan todos aquellos años de 'chacota' en la escuela, compartidos con un grupo de 'amigos' durante cinco u once años, y empieza la universidad o el instituto, a contruir uno mismo su propio futuro.

Aquí en Holanda, la mochila en el asta de bandera es una tradición, simboliza el honor, la alegría, el orgullo, de los estudiantes y sus padres de haber llegado a una meta. Hoy, la calle en donde vivo está teñida de fiesta. Los vecinos se visitan unos a otros para felicitarse, incluida yo, que camino, toco las puertas y les doy la mano, algunos ponen música a alto volumen, algo que no se acostumbra aquí, otros invitan a su familia a tomarse un trago.

Después del colegio continué usando mi mochila del Prescott. A mí se me dio por llevarla siempre de los hombros. La mochila es un bagaje de conocimientos que nos servirán toda la vida. .

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