Leo frases contundentes en las redes sociales. Por ejemplo, de que el Perú se convertirá en una segunda Venezuela. Publican escenarios catastróficos con frases al estilo: "Tienes a un millón de venezolanos en el Perú y aún así apoyas la idea de cambiar la Constitución, lo tuyo no es ignorancia, no es ingenuidad, es imbecilidad". Aquí, otra: "Mira a los venezolanos que llegan ahora a Perú, son aquellos que hace muchos años apelaban por un cambio en su país y ese cambio les trajo el comunismo de Chávez y Maduro".
Entiendo el miedo que existe en el Perú. Creo que lo último que queremos los ciudadanos más sensatos es convertirnos en un país roto, como Venezuela (a la que le tengo mucho cariño, por cierto). La sombra del comunismo más radical, al estilo Cuba o la URSS, vive en el subconsciente de muchos ciudadanos de la generación de mi padre y también de la mía. Estoy de acuerdo de que ese sistema -que está demás decir- fracasó hace muchos años, poco o nada ayuda al progreso.
Sin embargo, aquellas frases que leo y escucho por la internet de parte de los seguidores de la derecha peruana poco ayudan a mejorar la situación. Creo que más bien está aumentando la posibilidad de que una izquierda recalcitrante entre en el poder. Sus puntos de vista parecen opiniones dispares sin ningún punto de apoyo, su radicalidad genera una zozobra que desborda en pánico. La radicalidad en sus palabras, además, expresa poca tolerancia a los diversos puntos de vista de sus demás ciudadanos que no necesariamente comulgan con ideas de izquierda. Tildar de "terrorista" y "comunista" a alguien que protesta contra la vacancia de Manuel Merino, me parece de muy baja estofa, que genera polaridad en la población.
La derecha peruana no se ha dedicado a ser constructiva en los últimos años. Keiko Fujimori sigue viviendo en el pasado de su padre sin ser capaz de aceptar la derrota, ¿qué tanta presión política habrá detrás y económica? ¿qué negocios tendrá para no poder bajar la guardia y dejar tranquilo al país? El pueblo le ha dado varias veces la oportunidad para gobernar desde el congreso, y a pesar de haber creado nuevos partidos políticos, con distintos apelativos, nunca la he escuchado decir algo constructivo por el país. Marta Chávez, del partido de Keiko Fujimori- publica mensajes cargados de odio, poco constructivos para la nación.
Lo mismo sucede con los líderes de Acción popular, el partido que fundara Fernando Belaúnde Terry. Su partido se embarró al unirse al Apra, otro que sigue buscando la manera de aferrarse al poder. La vacancia presidencial iniciada por este partido, encabezada por Manuel Merino, ha puesto al país en una situación antidemocrática, y lo peor es que no acepta su error. El tribunal Constitucional poco ha ayudado a dar un paso atrás.
Somos un país sin líderes políticos. La derecha no ha sabido refundarse, sigue viviendo en el pasado, luchando por mantenerse en el poder. Sus seguidores siembran el miedo; recurren a la memoria colectiva del terrorismo y el comunismo para sembrar el miedo en la población. Está claro que ese método de señalar al enemigo, no está funcionando en una sociedad que reclama a gritos un cambio, un gobierno más honesto y transparente, sino otro hubiese sido el resultado en los últimos comicios parlamentarios.
Hay quienes dicen que los extremos se parecen, y son estos extremos quienes recurren al fanatismo servil de una ideología que no acepta puntos intermedios. Francisco Sagasti, el presidente interino en el país, que ha sido bastante claro y democrático al decir que hay que llamar y darle cabida a la gente joven en la política porque tanto los jóvenes como aquellos que estamos a mitad de la vida, necesitamos esperanza. Esperanza en un país que mira de cara al futuro. Esperanza de convertirnos en una Nación orgullosa de su pasado y su presente. Esperanza de que desaparezca la corrupción, esa es una uopía. Esperanza de poder vivir en un país sin hostilidad política. Espero que tanto la derecha como la izquierda y todos sus matices, sepan renovarse y mirar hacia delante y pensar por el país en lugar de seguir en la burbuja del reproche, la venganza, el odio y la visceralidad, aquella lucha de poderes tantos políticos como ideológicos, que los quieren hacer quedarse con la mejor parte de la torta, mientras los ciudadanos ven aquella guerra esperando que se trabaje, que se reactive la economía,
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Alberto Vergara "La democracia peruana agoniza" en NYT