Miro un mapa de América del Sur, un mapa de 1992 colgado en la pared de mi estudio, de National Geographic, que alguna vez recibiera mi padre de alguna suscripción, y pienso que el mundo geográficamente no ha cambiado mucho desde entonces. Los países latinoamericanos siguen allí con los mismos nombres y las mismas capitales. Chile sigue siento Chile; Argentina continúa siendo soberana (la asumo femenina) del mismo territorio; Perú con su costa, sierra y selva. Los topónimos se mantienen inamovibles. También los ríos, los volcanes, los nevados, el Pacífico y el Atlántico, pero sabemos, o sé, que este mapa que aún sigue vigente geográficamente no es el mismo en el microespacio en el 2020; las ciudades han crecido, las vías han dejado la trocha por el asfalto; el comercio entre países se ha hiperdesarrollado (¿existe esa palabra?); el ciudadano viaja hoy en día con un sólo clic a cualquier parte, algo impensable hace treinta años cuando salió publicado este mapa. Observo ahora la toponimia de lugares remotos: Tapi Aike, Macusani, Poopó, pero me desvío y mis ojos se clavan sobre el Pacífico y me pregunto el significado de unos números (4754) dibujados en el área azul del mapa, y unas flechas que suben desde la Antártica. Las flechas -indica el mapa- son el Peru Current (o más conocido como Corriente de Humboldt), y los números -supongo- reflejan la profundidad de la base del océano. Me cuesta abarcar en mi mente la dimensión de la profundidad de ese océano en el que solía nadar de pequeña con amigos en la playa. Me metía huachacas (clavados) entre los tumbos (olas). Veo la medición una y otra vez: 4754. No hay ninguna "m" de metros o alguna leyenda. Sin embargo, sin agua la cuenca del Pacífico sería un gran cañón, más profundo que todos aquellos que conocemos fuera del mar. Superaría al Colca, a Monte Perdido y al Gran Cañón. ¿Imaginan la Tierra sin agua? Sería un ser arrugado e irreconocible como un folio A4 convertido en una bola en la mano. Concluyo que si el virus Covid-19 por el que estamos tan preocupados, llegara a cambiar el microespacio, y que está amenazando el sistema de salud y económico mundial, pues no lo haría con nuestra geografía, porque creo que mientras no caiga un meteorito, la Tierra seguirá orbitando alrededor del sol.
Roermond, 2020
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