miércoles, marzo 19, 2008

Aquí y allá: Semana Santa


La celebración de una fecha en particular lleva a conocer la idiosincracia de una sociedad


En mi ninyez yo viví en una avenida laaaarga que llegaba a las faldas de un volcán. Se llamaba Cayma y es hoy en día una de las avenidas más transitadas en la ciudad. Mi casa quedaba frente a la pista de asfalto, a dos cuadras debajo de una plaza, en donde todos los anyos pasaban las procesiones de Semana Santa y las de El Senyor de los Milagros.

Todos los Viernes Santo esperaba desde el balcón de mi casa la multitud de gente acompanyar la procesión, a las imágenes del Cristo y de la Virgen María. Fue una parte esencial de mi vida, y las películas históricas también (esas antiguas de Ben Hur y Quo Vadis), porque quizás formó parte del umbral de una pasión que se desarrollaría después: la escritura. Y el lugar donde confluyeron los recuerdos mezclados con las emociones: las beatitas vestidas de negro llorando por su Senyor en primera fila, los encapuchados, tipos vestidos como los Ku Klux Klan, anunciando la muerte de Cristo, el olor a incienso que aparecía muchas cuadras antes, y, lo mejor de todo, la banda que tocaba esa música fúnebre que recreaba el ambiente de un funeral. Allí había devoción y también tristeza.


Hace muchos anyos que no vivo en la avenida Cayma. Hace mucho que no veo esa procesión seguir su camino hacia la parroquia. Hace mucho que salí de allí.

Los siguientes anyos estuve en el norte del Perú, y en Lima, y en Espanya. En Piura la tradición se vive en Catacaos que a su manera es una hermosa celebración, y sus siete potajes. En Lima nunca tuve la oportunidad de ver alguna ceremonia, sólo tengo la idea del reportaje de Abraham Valdelomar, al Senyor de los Milagros que es una gozada. Cristo no parece estar contento con lo que hace su Iglesia. Y en Granada (Espanya) más bien fue una de las experiencias más bellas que he vivido, un retroceso a la ninyez. Llegué allí con unos amigos a conocer la Alhambra, y allí tuve oportunidad de ver la misma procesión de la avenida Cayma pero en dimensiones grandes. Habían encapuchados por todas partes. Vírgenes para regalar.

Ahora yo vivo lejos. Ya no vivo en la avenida Cayma ni en algún lugar de tradición hispana. y hace muchos anyos que dejé de ver las procesiones.
Aquí no siento el ambiente de lo que se llama "La semana santa". Aquí nadie me cuenta los planes que tiene en los feriados. A pocos se les ocurre viajar. Es una fecha en el calendario que a pesar de ser feriado (el mediodía del viernes santo), nadie recuerda como la fecha en la que Cristo murió 'por nosotros'. Aquí no se celebra la muerte, aquí se celebra la VIDA: el florecimiento del mundo.

Voy a las tiendas, las casas, los restaurantes y compruebo que mi Semana Santa está representada por un huevo de pascua.

Historias. Ahora las historias que miro y escucho ya no son las de Ben Hur o Quo Vadis, más bien lo que recibo de información tiene que ver con "la antigüedad". Antiguamente estas fechas de guardar (!) celebraban el retorno del sol, el nacimiento de la nueva flor, la PRIMAVERA. El huevo de pascua simboliza la nueva vida, que los animales, tan lindos ellos, vuelven a engendrar cada anyo, y las flores (esos hermosos tulipanes!), la luz, el color, la vida, después de tres aburridos meses de invierno. Aquí el feriado no es ni jueves ni viernes (sólo mediodía), el feriado aquí es el DOMINGO y LUNES de Pascua.

Así celebro mi pascua ahora: me despido del invierno y vuelvo a la vida de la primavera. Ahora, por qué la Iglesia lo convirtió en la Semana Santa ?? Pregunta interesante por resolverse e investigar, ya que originalmente es la fiesta de la nueva vida la que celebramos en estas fechas.

Mis amigos peruanos me dicen: me voy a la playa este fin de semana, me largo de paseo a las montanyas, los veo conectados casi el día completo, sin yo enterarme por qué. Claro, es natural, allá están de feriado en estos días, mientras que yo espero al domingo y el lunes para estar de feriado.

Siempre recuerdo a mi abuela peruana (mi Olita) llegar a la casa de la avenida Cayma (con mi tía Matilde) a ver la procesión. Ella me llevaba pétalos de flores en una canastita que yo toda devota le regalaba a la enlutada virgen María.

La misma semana, distintas fechas. Jamás olvidaré aquellos hermosos recuerdos de mi ninyez. Ahora disfruto de esta nueva forma de celebración (hay algo que falta, no sé qué es). Me abro a una nueva vida.

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