Seguimos leyendo a William Faulkner. Esta vez Santuario (1929), una novela que le llevó a la fama, por la descripción escabrosa de unos personajes corrompidos por su propia sombra, sumidos en un mundo gobernado por los contrabandistas de whisky, gángsters, dueñas de prostíbulos, estudiantes dedicados a la bebida, y de gobernantes acostumbrados a las triquiñuelas del dinero debajo de la manga. Sin embargo, a Faulkner nunca le gustó esa novela, sintió por ella una aversión total durante toda su vida hasta el punto que volvió a editarla. ¿Por qué? Un excelente análisis de Ferrán Benito en el blog Un libro abierto, explica no sólo por qué su autor odió su propia obra maestra, sino también su insuperable técnica narrativa y su dantesco argumento, el triunfo del mal sobre el bien.
"Es bien conocida la aversión que William Faulkner sintió a lo largo de su vida hacia la novela Santuario, que veía como una traición a sus principios artísticos y como la más lamentable tacha de su extensa carrera literaria. Faulkner redactó esta obra en el año 1929, según su propio testimonio, con el objetivo de 'ganar algo de dinero' ---seguir leyendo---
Los silencios de Faulkner a lo largo de sus relatos son para mí la genialidad del autor, además de la combinación de situaciones en un capítulo y otro que llevan a enredar al lector dentro de la telaraña de la historia. Hasta en el último capítulo sigue presentándonos nuevos personajes, como la madre y la abuela piromaniaca de Popeye, el gángster, que muere consumida por su propio fuego. Además de la escabrosa descripción de la violación a la adolescente Temple Drake, con una mazorca de maíz.
Una vez más me quedo sin palabras.