Después de Pacai vuelvo a Piura, otra vez a reencontrarme con los amigos, comer sabrosísimos cebiches, beber cervezas y morirme de calor. Estuve en la casa de unos amigos aventureros que tienen tortugas de mascotas. allí bebimos, comimos y conversamos largas horas, rompiendo reglas que antes yo debía resguardar con seriedad.
es extraño volver a piura después de tres años y hallar y a la vez no hallar el mismo ambiente de antaño. en el barrio todavía están los viejos amigos en sus mismas casas, en sus trabajos y sus costumbres. pero cuando fui a la universidad a buscar a los viejos compañeros de trabajo, no todos estaban, algunos han cambiado de trabajo, otros se han ido, simplemente renunciaron o los despidieron.
caminar por piura es como ir en la carretera: uno ve espejismos por todo lado. uno cree ver caras conocidas de antaño pero cuando los rostros se te acercan compruebas que son otros que se les parecen. las generaciones se repiten en caras y recuerdos, pero con otros nombres y cuentos. y recorres la ciudad con el mismo entusiasmo, abrazando fuertemente a quienes te encuentras por el camino y a la vez recordando a quienes se fueron. los viejos tiempos.