lunes, octubre 20, 2025

Los Ilusionistas



Acabo de terminar Los Ilusionistas, de Marcos Giralt Torrente, un escritor español que ha hecho de la familia —especialmente del mundo de los padres— el centro de algunas de sus novelas, explorándolo con una mirada lúcida, íntima y profundamente reflexiva.

El primer libro que leí de él fue Tiempo de vida, una obra conmovedora y a la vez dura, dedicada a su padre, el pintor español Juan Giralt. Era, en cierto modo, una especie de ajuste de cuentas, una disección emocional, un acto de amor hacia un ser tan contradictorio y abstracto como fue su padre.

Sin embargo, en Los Ilusionistas, el autor traslada su mirada hacia el otro lado de su árbol genealógico: su familia materna. En particular, a los Torrente Malvido, hijos del primer matrimonio del reconocido escritor Gonzalo Torrente Ballester, ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1982), del Premio Cervantes (1985), entre otros reconocimientos.

El libro nos lleva a conocer la historia de los cuatro hijos que el escritor tuvo con Josefina Malvido, su primera esposa, una mujer de origen gallego. Ellos vivían con su madre en la localidad de Ferrol (Galicia), en condiciones precarias, separados de su padre que intentaba hacer carrera en Madrid y los visitaba de vez en cuando. Pasaron momentos difíciles esperando que el padre los llevase a la capital para vivir con él, promesa que cumplió, pero que se disipó con la muerte de la madre.



A pesar de descender de un tronco literario imponente, estas historias están marcadas por la fragilidad y el desencanto. El hijo mayor, también escritor, vive entre el reconocimiento y el desequilibrio mental, con episodios que lo llevan a la cárcel. La hija mayor, entregada por completo a su marido —un pintor panameño—, se borra a sí misma en nombre del amor. El hermano menor, posiblemente el más golpeado, vive una existencia marcada por la precariedad, las deudas, y la carga de sentirse obligado a "hacer algo grande", tal vez a superar la sombra del padre, lo que lo lleva a repetidos fracasos.

El retrato más logrado es el de su madre. La única de esa generación que aún vive. Giralt Torrente le dedica un capítulo íntimo y sereno, donde el amor filial se mezcla con la necesidad de comprender, de hacer justicia, no solo a ella, sino al árbol entero que la sostiene.

El autor nos conduce por este árbol genealógico vivo, donde cada rama parece buscar desesperadamente su propia identidad, al mismo tiempo que carga con la herencia de un apellido, de una figura paterna ausente e idealizada. Tras la muerte de su madre, los hijos enfrentan no solo el duelo, sino también el desamparo legal: su padre los dejó fuera del testamento, privilegiando a los hijos del segundo matrimonio.

¿En qué consiste, entonces, ser familia? ¿Es esa sensación de pertenecer al otro, a un tronco común que nos da soporte y sentido?

Los Ilusionistas es un libro melancólico, nostálgico, pero también justo. No busca ensalzar ni condenar, sino más bien entender y dejar constancia de las raíces que nos hacen ser quienes somos. Porque a veces nos elevan… y otras, nos hunden.

 

viernes, julio 25, 2025

La escritura es una lucha




hace algunos años publiqué en este blog un manifiesto de la escritura. era tan sacado de mis entrañas que me lo creí firmemente. de eso son muchos años, quince tal vez. 

he continuado mi camino, andado varios senderos, numerosos paisajes, narrado cuanto quería, hasta toparme con un lugar alejado en el que me quedaría anclada, atribillada en un mar de felicidad, que poco colmó aquella lucha, mi lucha por la escritura. 

a veces, por qué elegí este noble camino, soy una persona, un espíritu transparente, al que se toca y se enrojece. el pudor me gobierna, me imposibilita salir de casa, la casa del alma o del espíritu, mi lucha es no caer en el ridículo. mi lucha es la dificultad de sacar mi espuma. 

son varios los años. mi cuerpo palidece. los escuetos senderos me llevan por enmarejadas que me desligan de mi yo personal. solo desearía sacar las letras, arrojarme al destino, dedicarme a decir lo que pienso y nutrirme de letras que entran con palabras. 

¿he perdido mi brújula? no. 

simplemente me he dirigido a otro destino.  

sigo luchando.


martes, abril 15, 2025

Orfandad, la pérdida de MVLl


Orfandad, nada más que orfandad, eso es lo que siento, pero también una sensación extraña de "no creerlo", la sensación de como quien vive colgada en un sueño. 

Mi hermano me previene en un audio de Whatsapp: "¿Estás preparada para la noticia?". Me siento al borde de la cama, me froto los ojos. El día está espléndido en Holanda. Me pregunto qué pasó, ¿a qué viene la advertencia? No tardo ni dos segundos en caer en que llegó el día menos esperado de mi vida. La muerte de Varguitas, del Sartrecillo valiente, del escritor que me puso de cabeza a mis doce años al guiñarme el ojo en su campaña a la presidencia en el año 1990. Mario Vargas Llosa, premio Nóbel de Literatura 2010. 

Abro la aplicación del diario El País, lo constato y sentada al borde de mi cama sabía que el día llegaría alguna vez pero no ahora, una noche del 13 o mañana del 14 de abril a este lado del hemisferio, dos semanas después de su cumpleaños número 89. De pronto ya no está y aquella idea de su ausencia entorpece mis primeros pasos, me sitúa en un contexto de irrealidad. Me lavo la cara y pienso: Cuánto te he querido Mario Vargas Llosa. Cuánto me has motivado a seguir el camino de esta vocación tan hermosa y a la vez sacrificada de la literatura. Cuánto me has enseñado, además. Has significado tanto en mi vida que me cuesta encontrar las palabras para describirlo. Orfandad, nada más. Y agradecimiento por su generosidad.

Vuela alto, Mario, en busca de nuevas aventuras.

A los 12 años le escribí una carta a MVLl un día después de que perdiera las elecciones de mi país, año 1990. A los pocos días recibí esta misiva tan tierna, como si fuera la de mi propio padre.



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