Suele ocurrirme que cuando camino aparecen los mejores temas, ideas, definiciones para escribir. Brotan de la nada mientras ando entre las tiendas de una ciudad o pedaleo entre los árboles macizos de algún bosque o degusto de un café en la cafetería más rascuache de cualquier avenida.
Ahora que me acabo de sentar a escribir con la mente puesta en esa idea... se me ha ido, se fue por alguna parte, me obliga a teclear cualquier cosa, a buscar redefinirme.
Sí, redefinirme, reinventarme, rehacerme. No es que ando mal definida, ni tampoco desorientada, me va muy bien, pero en esta sociedad en la que vivo -en la que no crecí- me obliga a pensar en mi identidad. Y a repensarla.
Llega un momento en la vida -la crisis de los cuarenta, le dicen- en la que uno necesita volver a ser sí misma. No es que yo no lo haya sido antes, pero inconscientemente uno siempre anda ocupado en adaptarse. En eso ha consistido mi vida en los últimos quince años. Adaptarse y adaptarse.
Y luchar por un lugar.
He dejado de luchar como lo hacía antes, ahora es de otra manera. Creo que he encontrado mi puerto por el momento. Tengo una casa, una hija, una familia, un marido hermoso que me da estabilidad emocional y me deja ser. Un trabajo que es libertad y me permite hacer lo que más me gusta: dar clases. Vivo además en uno de los países más estables de la tierra, ¿por cuánto tiempo? no lo sé.
Pero siempre llevamos carencias, es verdad. El patio del vecino suele ser siempre más brillante que el de uno mismo. No evitamos compararnos con la vida de los otros. A veces vienen los olvidos de "de dónde venimos". Hasta nuestro idioma materno lo tarareamos de diferente manera. Y nos tomamos las cosas con demasiada seriedad, los sueños que tuvimos de niños por ejemplo.
Hay que dejar fluir, fluir para ser, para que la vida nos lleve, no resistirnos, aceptar los cambios.
Por eso he decidido que en este 2017 yo también voy a cambiar para mejor. Empezaré por seguir agradeciéndole a la vida lo mucho que me da, y por redefinir aquello que siempre he querido hacer. Escribiré sin contratiempos. Me entrenaré para aprender a estar quieta con mi escritura. Me suele costar demasiado esfuerzo sentarme a conversar con ella, generalmente necesito una taza de café. El internet no es buena compañía, tampoco estar en casa en mi estudio. Aprenderé a desaprender, mi misión este año, mi nueva definición. Ahora se me viene una canción de Charlie: ¿cuántas veces tendré que morir para ser siempre yo? No lo sé. Cambiaría ese "morir" por "caer", la salvedad del caso.
!Feliz 2017! Les prometo que seguiré perdiendo países por siempre, hurgando en los límites de mi geografía.