¿Soñar alguna vez con un lugar geográfico? ¿Imaginárselo a través de los textos y los mapas, la música y los relatos de viajeros? ¿Viajar es acaso una especie de enamoramiento o simplemente un traslado de un lugar a otro?
La música me llevó a Salta.
Creo que estaba enamorada de un lugar que no conocía. Venía desde mi niñez, enamorarme de lo imposible, cuando en las veladas en la casa de mi padre se escuchaba Los Chalchaleros a alto volumen. Yo era pequeña, una niña de cuatro o cinco años, mi padre organizaba fiestas, la música estallaba de los parlantes en la sala, la voz de Atahualpa Yupanqui, el charango de Jaime Torres, los coros de la Misa Criolla, se mezclaban con el jazz y el chachachá.
Yo crecí con esa música bailando en mi habitación.
Crecer. Con los años viajé al norte de la Argentina en bicicleta. Pedaleaba aferrada a los manubrios por la Quebrada de Humahuaca a mi territorio imaginado. De pequeña alucinaba con las letras de las chacareras, las zambas, el carnavalito, aquellos paisajes de Catamarca desde la cuesta de un Portezuelo mirando abajo parece un sueño. Me detenía a mirar los mapas en busca de las ciudades que los cantantes nombraban como si fueran alegorías. Estas melodías me llevaban a recrear esas regiones en mi mente, y a anticipar mi viaje; a vivir dentro de un mundo imaginado mientras descendía la quebrada de los siete colores de Humahuaca hacia Yala con un viento en contra de los diablos.
Ahora estoy aquí escribiendo esta historia en mi casa, en una ciudad holandesa, una noche de verano. Escucho la música de mi padre, que ahora es mía, heredada. Recuerdo así cómo llegué aquella primera vez al mapa del norte argentino: en bicicleta, muerta del calor, cantando alguna chacarera, con los audífonos puestos.
¿Estaba enamorada?
Seguro que lo estaba. Descenlace: Me terminé quedando varios días en Salta, vagando por sus calles del centro, leyendo a Vila-Matas, escribiendo la historia de mi padre que escucha música en el estudio de su casa a Los Chalchaleros, pero esta vez con los audífonos puestos, como si fuera un aviador , A los bosques yo me interno.