Veo desde la ventana de un tercer piso, una calle de piedra, otros edificios con otras ventanas, y abajo, una panadería.
Desde el tercer piso veo la panadería. Tres ambulancias allí, las sirenas azules dando vueltas, como en una emergencia. Médicos entran en ella, con equipo médico, con maletines y algunos policías. ¿Qué ha pasado?, me pregunto yo.
Veo a una mujer tirada en el suelo de la panadería. Los médicos la desnudan, le sacan la blusa, el brassiere. Empiezan a hacerle respiración boca-a-boca. Parece que la mujer tirada en el suelo está desmayada.
La gente se acumula en la panadería. Los policías intentan alejarlos del establecimiento, convencerles de que no caminen ni entren allí. La filosofía de mantener la vida ajena lejos del espectáculo. Los médicos le dan "electroshoks" a la mujer.
No revive, la mujer.
Los médicos dejan la panadería. Cubren con una sábana el cuerpo de la señora. Alguien llega, parecen parientes, se ponen a llorar.
En un momento dado todos se van : ambulancias, policías, familiares, y la panadería se cierra. El cuerpo sigue allí adentro muerto, inerte, sin vida, de la señora que atiende / atendía allí. Era la panadera del lugar, el contacto con los clientes, la que te daba el pan y recibía a cambio tu moneda.
Nadie recoge el cuerpo, se queda allí tendido entre el aparador y los hornos de la panadería. La soledad de la muerte hecha pan.
Yo dejo de mirar por la ventana. Ceno un lomo saltado (tardo una hora en cocinarlo).
Al terminar de cenar, el cuerpo de la mujer sigue allí, solitario, inerte, sin vida, sin dignidad. Me voy a dormir.
Al día siguiente el cuerpo ya no está allí. El suelo es ahora un espacio vacío.
La panadería abrió las puertas de establecimiento como cualquier otro día en esta ciudad. La gente va a comprar el pan como todas las mañanas.
La filosofía de la vida, la realidad del consumo, la muerte solitaria de la panadera detrás de su mostrador.
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