Acabo de terminar Los Ilusionistas, de Marcos Giralt
Torrente, un escritor español que ha hecho de la familia —especialmente del
mundo de los padres— el centro de algunas de sus novelas, explorándolo con una
mirada lúcida, íntima y profundamente reflexiva.
El primer libro que leí de él fue Tiempo de vida, una
obra conmovedora y a la vez dura, dedicada a su padre, el pintor español Juan Giralt. Era, en
cierto modo, una especie de ajuste de cuentas, una disección emocional, un acto
de amor hacia un ser tan contradictorio y abstracto como fue su padre.
Sin
embargo, en Los Ilusionistas, el autor traslada su mirada hacia
el otro lado de su árbol genealógico: su familia materna. En particular, a los Torrente
Malvido, hijos del primer
matrimonio del reconocido escritor Gonzalo Torrente
Ballester, ganador del Premio
Príncipe de Asturias de las Letras (1982), del Premio Cervantes (1985), entre otros
reconocimientos.
El libro nos lleva a conocer la historia de los cuatro hijos
que el escritor tuvo con Josefina
Malvido, su primera esposa, una mujer de origen gallego. Ellos vivían con su madre en la localidad de
Ferrol (Galicia), en condiciones precarias, separados de su padre que intentaba hacer carrera en
Madrid y los visitaba de vez en cuando. Pasaron momentos difíciles esperando
que el padre los llevase a la capital para vivir con él, promesa que cumplió, pero que se disipó con la muerte de la madre.
A pesar de descender de un tronco literario imponente, estas
historias están marcadas por la fragilidad y el desencanto. El hijo mayor,
también escritor, vive entre el reconocimiento y el desequilibrio mental, con
episodios que lo llevan a la cárcel. La hija mayor, entregada por completo a su
marido —un pintor
panameño—, se borra a sí misma en nombre del amor. El hermano menor,
posiblemente el más golpeado, vive una existencia marcada por la precariedad,
las deudas, y la carga de sentirse obligado a "hacer algo grande",
tal vez a superar la sombra del padre, lo que lo lleva a repetidos fracasos.
El
retrato más logrado es el
de su madre. La única de esa generación que aún vive. Giralt Torrente le dedica
un capítulo íntimo y sereno, donde el amor filial se mezcla con la necesidad de
comprender, de hacer justicia, no solo a ella, sino al árbol entero que la
sostiene.
El autor nos conduce por este árbol genealógico vivo, donde
cada rama parece buscar desesperadamente su propia identidad, al mismo tiempo
que carga con la herencia de un apellido, de una figura paterna ausente e idealizada. Tras la muerte
de su madre, los hijos enfrentan no solo el duelo, sino también el desamparo
legal: su padre los dejó fuera del testamento, privilegiando a los hijos del
segundo matrimonio.
¿En qué consiste, entonces, ser familia? ¿Es esa sensación
de pertenecer al otro, a un tronco común que nos da soporte y sentido?
Los Ilusionistas es un libro melancólico, nostálgico,
pero también justo. No busca ensalzar ni condenar, sino más bien entender y
dejar constancia de las raíces que nos hacen ser quienes somos. Porque a veces
nos elevan… y otras, nos hunden.