domingo, febrero 13, 2011

La Itaca interior




Leo a Marguerite Yourcenar, una escritora belga-francesa de mediados del siglo pasado, su novela llamada Memoria de Adriano (1951). Este libro recrea la vida y los últimos días del emperador romano Adriano. Nunca había leído un libro con un ritmo tan sabroso. Y una profundidad insuperables. Es de aquellos textos que uno no quiere dejar de leer nunca porque su cadencia es deliciosa, una medicina para el alma.

Al principio, confieso, me costó tiempo entrar en el libro. Su ritmo para mí era demasiado lento porque, quizás, en el fondo, yo estaba acelerada -el mal de estos tiempos, la velocidad de la información-. Pero esa sensación cambió en mi lectura cuando empecé a leer el libro en voz alta. La voz del narrador se apoderó de mi propia voz y consiguió conquistarme. 

Aquí quiero compartir un párrafo de la novela. La sinceridad de Adriano es encantadora, un canto a la vida. 

"Algunos hombres habían recorrido la tierra antes que yo: Pitágoras, Platón, una docena de sabios y no pocos aventureros. Por primera vez el viajero era al mismo tiempo el amo, capaz de ver, reformar y crear al mismo tiempo. Allí estaba mi oportunidad, y me daba cuenta de que tal vez pasarían siglos antes de que volviera a producirse el feliz acorde de una función, de un temperamento y un mundo. Y entonces me di cuenta de la ventaja que significa ser un hombre nuevo y un hombre solo, apenas casado, sin hijos, casi sin antepasados, un Ulises cuya Itaca es sólo interior. debo hacer aquí una confesión que no he hecho a nadie: jamás tuva la sensación de pertenecer por completo a algún lugar, ni siquiera a mi Atenas bienamada, ni siquiera a Roma. Extranjero en todas partes, en ninguna me sentía especialmente aislado (...)".

La traducción que estoy leyendo es de Julio Cortázar. El libro y la traducción son extraordinarios.    


viernes, febrero 11, 2011

El culto a los muertos




¿Tenemos los Latinoamericanos la tradición de cargar con nuestros propios muertos?

Mientras tomo el almuerzo en la sala de mi casa leo-escucho una canción interpretada por Mercedes Sosa. "Los hermanos", se llama. El texto de la canción, en su párrafo final, dice: "Y en nosotros nuestros muertos / pa' que nadie quede atrás". La última frase es lo mismo que decir "traigo al tiempo presente a mis muertos, no quiero dejarlos atrás". Interesante punto de vista.

No olvidemos que la muerte significa para la mayoría del mundo "el paso del presente al pasado". Cuando una persona muere decimos "yo la conocí". Dejamos de lado el "yo la conozco" de forma automática, como si hubiese pasado al pretérito en un sólo instante, en el recuerdo. Simplemente un cambio en el tiempo verbal. 

¿Pero somos nosotros los Latinoamericanos de cargar con nuestros propios muertos?

No sé si decir que la palabra "cargar" sea el connotativo de nuestra idiosincracia, pero en muchas de nuestras canciones populares hablamos de las personas muertas, de aquello que acabó, de lo que pertenece al pasado, pero que resucitamos a cada instante. Una suerte de melancolía anclada en el recuerdo. Por ejemplo, la canción "Alfonsina y el mar", una canción dedicada a la poeta argentina Alfonsina Storni, muerta hace ya muchos años, es una alegoría de su muerte, de la leyenda que ronda su propio suicidio al ingresar con sus pies descalzos al mar y perderse en la marea. Esta no es la única expresión de la muerte transformada en canción. También hay otras expresiones del arte popular. La fiesta de los muertos en México, por ejemplo, y en todos los países del continente latinoamericano.

Pero si vamos un poco más atrás, los propios Incas también tenían su ritual. Inca significa rey, por eso el nombre del famoso imperio incaico que ocupó los Andes, desde Pasto (Colombia) hasta el Aconcagua (Chile y Argentina). El emperador incaico nunca era enterrado al momento de morir. Al contrario, era embalsamado. Seguía reinando desde su otra vida.

Quizás en Latinoamérica la muerte no sea una despedida, sino un ritual que permanece en el recuerdo, y que se le nombra en cada ocasión: en canciones, en fiestas populares, en poesía, en literatura. Los muertos se convierten en héroes. Y son esos héroes quienes nos mantienen unidos a nosotros los Latinoamericanos. Por eso seguimos celebrando las fechas de las batallas, no sólo ganadas, sino también perdidas, porque le hacemos indirectamente un culto a los muertos, a aquellos héroes que lucharon por darnos a nosotros un mundo mejor. Los resucitamos.  

PiErDo PAísEs

Borro fronteras - Viajo para conocer mi geografía