PERDER PAISES
Un blog de cultura, bicicletas, viajes y literatura
viernes, octubre 20, 2023
Rushdie en la Feria del Libro de Francfort
viernes, febrero 03, 2023
Un poco de dignidad, señores
Cada vez que veo estas noticias, no puedo evitar sentir desazón, repulsa, asquerosidad, decepción, entre otros adjetivos calificativos que merece nuestro congreso de la república. Que se vayan todos. Que se vayan de una vez. Estos viven en una realidad paralela a la de nuestro país o es que no quieren verla o la ven y se hacen los suecos. Un poco de dignidad, señores.
martes, enero 31, 2023
Me dueles Perú
Cada vez que llego a Perú, sobre todo los últimos años, me albergan una multitud de emociones. Emociones variopintas. Algunas de ellas son explosiones de alegría por los reencuentros amicales, copas de pisco sour, cebiche de pescado, andanzas por las calles del centro del distrito de Pueblo Libre. Otras, también, de infinita paz, contemplando las olas romper en las playas de Islay, compartiendo infinitos almuerzos con la familia.
Sin embargo, esta vez, ha sido la desazón la que me ha invadido desde el momento en que pisé suelo patrio. Días atrás, antes de la Navidad, habían empezado los paros a nivel nacional a raíz del autogolpe perpetrado por Pedro Castillo y el contraataque del Congreso de la República, al vacarlo de su puesto, y colocar en su lugar, tal como correspondía, a la vicepresidenta, Dina Boluarte.
Un país tiene un rostro o miles de ellos. Y el Perú es un país con un rostro partido en mil pedazos. que tira de un lado para el otro para intentar cobrar justicia. La Justicia nunca se da del todo. La justicia es para aquel que tiene mayor poder económico. Es por ende, a medias. Justos pagan por pecadores. con palabras tan fuertes como terroristas o fascistas de la peor calaña.
En este viaje he escuchado de todo, pues es fácil calumniar en el Perú. "Que vengan los francotiradores a ametrallar a todos los manifestantes", era una de esas. Otra: "Dina, asesina" porque envía a la policía a matar a inocentes. "Los terrucos están infiltrados", algo que no deja de ser lo típico. "Estamos en una dictadura fascista", los más publicados en las redes sociales.
Estos comentarios son propios tanto de izquierdas como de derechas, de la más extrema envergadura. No olviden que al final los extremismos se parecen; tienen el mismo objetivo: erradicar de un manazo aquello que no conviene. Por eso vemos las opiniones extenderse sin filtro en un medio como Twitter, el peor cáncer del periodismo.
Es triste viajar así, ver a los taxistas que viven del día a día sumidos en un paro obligatorio, sin poder salir de sus casas allá en las afueras de la ciudad, debido a las vías bloqueadas por pedrones que arrastraban los manifestantes con una grúa desde los cerros. Es triste ver a la ciudadana de a pie que vende su comida en la esquina intentar defenderse con unos pocos centavos, y tener que irse a casa con lo mismo que gastó para su movilidad. Es lamentable contemplar vacíos a los restaurantes que han invertido en mejorar su menú al más exigente comensal. O también a todos aquellos que dependen del turismo, ver sus viajes cancelarse unos tras otros.
No sé a dónde lleguemos con nuestro país. Tampoco sé qué bando tiene la razón. Este es como si fuera un enfrentamiento entre el gobierno y el pueblo más profundo del Perú. Sin embargo, me cuesta creer que el pueblo más profundo del Perú sea capaz de invadir aeropuertos, quemar ambulancias o carros policías, invadir agroexportadoras, ingresar a destruir la infraestructura de las minas, levantarse los rieles del tren a Machu Picchu.
¿Hay acaso gente infiltrada que está utilizando a gente inocente para boicotear al país?
Hay quienes dicen que es gente del gobierno o de las fuerzas del orden. Sin embargo, no olvidemos nuestro pasado más oscuro en los años ochenta ni tampoco el poder del narcotráfico y de la minería ilegal. Es fácil señalar con el dedo algún culpable, es difícil aceptar que los poderes que están convergiendo y dañando la democracia en el Peru proviene de ese rostro quebrado en mil pedazos dispares compuesto de víctimas y verdugos.
*
La falta de credibilidad en el gobierno peruano ha provocado una falta de respeto por las autoridades de parte del ciudadano común. Las instituciones más importantes del país han caído en la más pura deslegitimización. Los casos de corrupción en el parlamento y en el ejecutivo dejan mucho que desear. Delincuentes disfrazados de políticos se protegen bajo la inmunidad parlamentaria porque saben que si salen de allí, de ese curul que les ha dado el pueblo, irán directo a la cárcel. No les conviene un adelanto de elecciones, ni modificar leyes a favor de la democracia. Se han acostumbrado en los últimos años en ejercer un papel moral, en un ente que destituye presidentes elegidos por el pueblo.
¿Cómo es posible que el Perú tenga a todos sus ex-presidentes procesados? A ver nómbrenme alguno que no lo esté. ¿Francisco Sagasti?
Lo triste es que todo lo avanzado, aquella modernidad lograda, que le hubiese encantado ver a mi padre, está ahora en retroceso o en parálisis. El peruano que se ganaba sus frijoles haciendo empresa o comercializando productos, está viendo su economía paralizada, a pesar de que digan que es la mejor economía de la región, a nivel macroeconómico, quizá.
Nunca había visto mis calles tan vacías en Perú, las mismas bocinas no desataban sus polémicos sonidos. El Perú era un país de rostros tristes. Era. Y lo sigue siendo.
miércoles, enero 04, 2023
Libros ajenos
De los libros que leí y que más me han capturado está "El peligro de estar cuerda", de Rosa Montero que es una extraordinaria escritora, bastante informada y concentrada en los detalles. Otro "Yoga" de Emmanuel Carrère y "La campana de cristal" de Sylvia Plath, el nivel de descripción mental y psicológica de la protagonista es apabullante.
Otros libros que merecen ser leídos son "Volver a Shangri-La" de mi querido Jorge Eduardo Benavides, "Nuestra piel muerta" de García Freire y "La vida verdadera" de Adeline Dieudonné.
No puede faltar en esta lista mi admirado Vargas Llosa al que releo siempre, este año le tocó a "Conversación en la Catedral", releído tantas veces. Tampoco debo dejar pasar al extraordinariamente profundo Cees Nooteboom con su último poemario titulado "Vos", aún no traducido al español. Estoy buscando su compilación de textos sobre música que acaban de salir a la luz, aquí en los Países Bajos.
El libro con el que abrí el año, ya no lo recuerdo, pero sí con el que lo cerré. "El país de los otros" de Leila Slimani, una novela que discurre en una rural Marruecos de los años cincuenta que relata el desencuentro de una pareja, el núcleo íntimo en el que se describe el pasado colonial del país africano. Es una novela de gama media, por así decirlo, del que me esperé mucho más de lo que dicen los medios, aunque la autora sea un ser talentoso y simpático. Estoy segura de que si a ella le hubiesen dado más tiempo para escribir la novela, habría sido impecable.
Olvido añadir en la foto al gran Javier Marías, su libro "Vidas secretas". Los ocultos o desconocidos aspectos biográficos de grandes autores como William Faulkner, Oscar Wilde, etc. Seguramente olvido otros a medio leer y medio abrir, pero que también enriquecen la vida de uno.
Este 2023 tengo muchos en mi lista, entre ellos "El infinito en un junco" de Irene Vallejo, que aún no me atrevo a abrir por lo grande que es el libro y su autora. También en mi lista, Siri Hustvedt, Nino Haratscwili, y Mohamed Mbougar Sarr.
jueves, marzo 18, 2021
domingo, noviembre 29, 2020
Mientras agonizamos
Leo frases contundentes en las redes sociales. Por ejemplo, de que el Perú se convertirá en una segunda Venezuela. Publican escenarios catastróficos con frases al estilo: "Tienes a un millón de venezolanos en el Perú y aún así apoyas la idea de cambiar la Constitución, lo tuyo no es ignorancia, no es ingenuidad, es imbecilidad". Aquí, otra: "Mira a los venezolanos que llegan ahora a Perú, son aquellos que hace muchos años apelaban por un cambio en su país y ese cambio les trajo el comunismo de Chávez y Maduro".
Entiendo el miedo que existe en el Perú. Creo que lo último que queremos los ciudadanos más sensatos es convertirnos en un país roto, como Venezuela (a la que le tengo mucho cariño, por cierto). La sombra del comunismo más radical, al estilo Cuba o la URSS, vive en el subconsciente de muchos ciudadanos de la generación de mi padre y también de la mía. Estoy de acuerdo de que ese sistema -que está demás decir- fracasó hace muchos años, poco o nada ayuda al progreso.
Sin embargo, aquellas frases que leo y escucho por la internet de parte de los seguidores de la derecha peruana poco ayudan a mejorar la situación. Creo que más bien está aumentando la posibilidad de que una izquierda recalcitrante entre en el poder. Sus puntos de vista parecen opiniones dispares sin ningún punto de apoyo, su radicalidad genera una zozobra que desborda en pánico. La radicalidad en sus palabras, además, expresa poca tolerancia a los diversos puntos de vista de sus demás ciudadanos que no necesariamente comulgan con ideas de izquierda. Tildar de "terrorista" y "comunista" a alguien que protesta contra la vacancia de Manuel Merino, me parece de muy baja estofa, que genera polaridad en la población.
La derecha peruana no se ha dedicado a ser constructiva en los últimos años. Keiko Fujimori sigue viviendo en el pasado de su padre sin ser capaz de aceptar la derrota, ¿qué tanta presión política habrá detrás y económica? ¿qué negocios tendrá para no poder bajar la guardia y dejar tranquilo al país? El pueblo le ha dado varias veces la oportunidad para gobernar desde el congreso, y a pesar de haber creado nuevos partidos políticos, con distintos apelativos, nunca la he escuchado decir algo constructivo por el país. Marta Chávez, del partido de Keiko Fujimori- publica mensajes cargados de odio, poco constructivos para la nación.
Lo mismo sucede con los líderes de Acción popular, el partido que fundara Fernando Belaúnde Terry. Su partido se embarró al unirse al Apra, otro que sigue buscando la manera de aferrarse al poder. La vacancia presidencial iniciada por este partido, encabezada por Manuel Merino, ha puesto al país en una situación antidemocrática, y lo peor es que no acepta su error. El tribunal Constitucional poco ha ayudado a dar un paso atrás.
Somos un país sin líderes políticos. La derecha no ha sabido refundarse, sigue viviendo en el pasado, luchando por mantenerse en el poder. Sus seguidores siembran el miedo; recurren a la memoria colectiva del terrorismo y el comunismo para sembrar el miedo en la población. Está claro que ese método de señalar al enemigo, no está funcionando en una sociedad que reclama a gritos un cambio, un gobierno más honesto y transparente, sino otro hubiese sido el resultado en los últimos comicios parlamentarios.
Hay quienes dicen que los extremos se parecen, y son estos extremos quienes recurren al fanatismo servil de una ideología que no acepta puntos intermedios. Francisco Sagasti, el presidente interino en el país, que ha sido bastante claro y democrático al decir que hay que llamar y darle cabida a la gente joven en la política porque tanto los jóvenes como aquellos que estamos a mitad de la vida, necesitamos esperanza. Esperanza en un país que mira de cara al futuro. Esperanza de convertirnos en una Nación orgullosa de su pasado y su presente. Esperanza de que desaparezca la corrupción, esa es una uopía. Esperanza de poder vivir en un país sin hostilidad política. Espero que tanto la derecha como la izquierda y todos sus matices, sepan renovarse y mirar hacia delante y pensar por el país en lugar de seguir en la burbuja del reproche, la venganza, el odio y la visceralidad, aquella lucha de poderes tantos políticos como ideológicos, que los quieren hacer quedarse con la mejor parte de la torta, mientras los ciudadanos ven aquella guerra esperando que se trabaje, que se reactive la economía,
Recomiendo leer:
Alberto Vergara "La democracia peruana agoniza" en NYT
miércoles, noviembre 04, 2020
Bibliotecas vacías y las medidas ilógicas del gobierno holandés
Esta disyuntiva que vivimos a raíz de este mal bicho que ha cerrado las fronteras va muy en contra del mensaje de paz que John Lennon -el ex beatle- cantaba en Imagine. Lo peor es que los gobiernos de la Unión Europea no están haciendo nada para hacer algo en común; cada país tira por su propio lado en materia de salud pública, mientras la población vive en histeria permanente, sumado a los eventos políticos que amenazan al planeta de entrar en un caos de valores y principios que tanto hemos luchado cuando se declararon los derechos humanos universales.
Las medidas del gobierno holandés son una evidencia de que aquí merma la cultura. Cuesta entender que cierren bibliotecas, sobre todo, más allá de los conciertos que ya habían adaptado sus salas a un público de treinta personas. Los usuarios de estas son aquellos que acudían a ellas para hacer consultas bibliográficas, prestarse y devolver libros. No se reunían ni hacían tertulias como para originar algún contagio. ¡No hay evidencia! Ante esto, las tiendas si son una amenaza más visible. El Outlet Center de Roermond continúa siendo visitado por centenares de personas que hacen cola delante de las tiendas de Adidas, Nike o Levis, entre otras. La lógica del gobierno no entra en mi cabeza.
Además, miren el Concert gebouw en Ámsterdam, la sala de concierto de música clásica del país, con cabida para más de trescientas personas en su sala principal. Ya sobrevivía con treinta espectadores, los demás online. Ahora tener que adaptarse al formato online y a tener que vivir con el medio de la cancelación rápida y la devolución del dinero es nefasto para ellos. ¿Hasta cuándo tendrá que aguantar de esta manera un sector que de por sí recibe pocos subsidios del Estado?
Estas medidas en las que un estornudo o la tos seca se han transformado en un arma biológica estamos mermando la libertad, la democracia y nuestra capacidad de crítica. Los Países Bajos ya han recortado con los años muchísimos subsidios para el área de cultura. Sus universidades apenas tienen dos o tres plazas para la investigación literaria o musical. Las escuelas han eliminado varios cursos de Historia y Literatura de sus syllabus.
Esperemos que en dos semanas -tiempo en el que deben permanecer cerradas- consigamos bajar más los números de infectados. Nunca antes habíamos vivido en este estado borderline que está afectando nuestra mirada sobre el mundo y nuestra manera de vivir dominado por las redes sociales y este virus que ha puesto de cabeza el planeta.
@SusanaMontesinos
Noviembre, 2020
jueves, junio 04, 2020
Nostalgia
Llueve en mi jardín, no sólo en mi jardín, también en el del vecino, en la casa de enfrente y en la de ladrillo. Llueve en toda el área que abarca mi pupila, allí hasta donde alcanzo a ver el techo de una granja. Me pregunto si soy ahora como los pasados Tiahuanaco que en sus tiempos de sequía esperaban el agua que nunca llegó y acabó con sus vidas.
Hacía mucho que no llovía aquí. Mi termómetro marcaba los 29 grados Celsius ayer a la sombra. Los últimos días, la sofocación de la humedad era parte de mi hastío; la blusa que se me pagaba al cuerpo, mi buhardilla un cenáculo del sudor, el aire cargado de minúsculas partículas de agua.
Yo trabajo en el jardín, trato de arreglar el huerto todos los días. Mi vecino me decía ayer mientras yo separaba unas calabazas de las matas de unos pepinos, que le estaba preocupando la falta de agua. "Estamos usando todas las reservas de la granja del vecino", un pozo de agua natural que discurre debajo de la tierra que ahora piso, y de la que muchas casas a mi alrededor también disponen.
Mi suegro (76), por ejemplo, es de aquellos que utiliza más de trescientos litros por día en regar su pequeña huerta que es para el autoconsumo. Es su hobby, me indica. Me aconseja regar todos los días para que el césped de mi jardín sobreviva al calor. Pero pienso en ellos, los campesinos que viven de esto: del espárrago, las fresas, las papas, las manzanas, las coles y las habas que cultivan.
Desde que empezó esta crisis llamada Covid-19, la llanura holandesa ha recibido poca agua, y ha abierto el fuego en dos parques nacionales. Uno de ellos a veinte kilómetros de aquí. Helicópteros pasaban todos los días por encima de mi casa.Sin embargo, después de ochentaidós días, el alma llueve. La gente sale con paraguas a sacar a sus perros a la calle. Perfecto clima para recogerse al pie de un sofá, y leer un libro.
***
Esta mañana leía a Mircea Cartarescu, el escritor rumano. Qué prosa tan profunda. Directo al alma triste de mis ancestros. En su libro El ojo castaño de nuestro amor, título alucinado además, reflexiona sobre su relación con Bucarest, su ciudad natal, y refiere a las células que lo unieron a ella durante su infancia. Decía que vivía en un arrabal y que su conexión con el centro de la ciudad era una neurona con dos únicas sinápsis relativamente seguras. Una tía lejana y su madrina. Los dos caminos eran su único mundo durante la niñez. "Todo lo que el interior tenía de austero lo tenía de gongorino el balcón de hierro forjado de inflorescencias, con horribles cascarones trenzados entre sí" (p.38). Me pregunto cuál es mi relación con Arequipa, la ciudad que me dio la luz. Pienso en la arteria doblegada al tráfico vehicular que trepa hacia las faldas de un volcán, los ojos que despertaban con el primer rayo que se colaba por las persianas, en la colección de Gran Tesoro de la Juventud por el que solía pasear con la mirada, y en el cónico volcán de faldas amoratadas que nunca he llegado a conquistar. Me conecta con ella la herencia de mi padre (su hermana, mis primos, mis tíos) y mi hermano que vive confinado en una casita en las afueras de la ciudad estudiando senecios.
Me une a ella la nostalgia. No hay nostalgia sin amor. Y es amor lo que siento por ella, por mi patria pequeña, de macizas construcciones blancas.
jueves, mayo 07, 2020
Una huella en el incendio
Parque Nacional de Meinweg. Incendio despropocionado a fines de abril en el que un pueblo llamado Herkenbosch, de un puñado de habitantes, tuvo que ser evacuado debido a la alta emisión de gases del fuego. Ahora todo está calmado. La naturaleza se regenera. Y yo puedo volver a dar una vuelta en bici con mi marido y mi hija pequeña.
lunes, abril 13, 2020
Un carbonero en el travesaño
Su desaparición me dejó desmoralizada. He revisado todo mi jardín, desde mi huerto orgánico hasta las macetas con geranios colgadas de las paredes. No lo encuentro. ¿Se fue volando? Sólo espero que siga vivo y que se haya recuperado.